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Patricio Miguel Trujillo Ortega


9 de agosto de 2011

Rabia


Rabia. Drama, 2008. Colombia-España, 95 minutos.

Con Martina García, Gustavo Sánchez Parra, Concha Velasco.

Dirección de Sebastián Cordero y fotografía de Enrique Chediak.

“Cuando tú te hayas ido, me envolverán las sombras; cuando tú  te hayas ido...”

Así empieza la canción-tema de la película Rabia, una canción que desde el principio anuncia la angustia que puede envolver al ser humano cuando este pierde el rumbo de la vida, cuando la esperanza se le escapa de las manos, cuando el amor cuelga de un hilo fino y delicado que puede romperse a cualquier hora; sin embargo, la película  sorprende porque, en medio de la rabia que puede dominar al ser humano, aún hay una ilusión por vivir.

José María y Rosa son dos inmigrantes latinoamericanos que viven en España. Rosa, de origen colombiano, tiene los documentos legales y trabaja como empleada doméstica; mientras tanto, José María es un inmigrante ilegal que trabaja como albañil.

Aunque ambos son enamorados y la historia de amor de la pareja parece ser parte central de la película, el punto de partida y que guía Rabia es la situación de José María: un inmigrante ilegal que no consigue soportar la humillación, el racismo, el desprecio.
José María y Rosa: más que una historia de amor
Durante los primeros minutos, la película se centra en este tema (sin dejar de lado la fuerte relación de la pareja) a través de dos momentos claves. El primero es cuando José María está trabajando en una construcción; el capataz se le acerca y le llama la atención porque está distraído, y parte del discurso de éste es: “Aquí se viene a trabajar; no estás en tu país”.

Esta frase es importante porque despierta en José María la rabia que, a lo largo de la película, le irá dominando hasta las últimas consecuencias.

El segundo momento de esta situación social conflictiva es cuando unos mecánicos hacen comentarios desagradables de Rosa. A José María no le gusta lo que dicen y les da una paliza; al día siguiente, en el trabajo, el capataz vuelve a insultarlo por haber defendido “a la colombianita a la que todos quieren follarla”. El capataz, entonces, le suelta en la cara lo que mucha gente piensa de verdad de los inmigrantes: “Aquí no vales una mierda. Lo último que quieres en tu situación es llamar la atención de la policía”.

Esta arrogancia de los que se creen superiores a los demás y con derecho de humillar a las personas por sus condiciones laborales y raciales se ejemplifica mejor en el diálogo entre José María y el capataz. José María le dice: “¿Qué dijiste de mi novia?”. El capataz le responde: “Encima me tuteas. No estás en tu pueblo”.

José María
Esta discusión hace que José María pierda el trabajo y posteriormente, dominado por el odio, le mate de un puñetazo al capataz; cometido el crimen, él huye de la policía y busca un refugio donde nadie pueda encontrarlo y, al mismo tiempo, desde donde pueda saber lo que le sucede a Rosa.

Pero antes de llegar a esta situación agónica con la que tienen que enfrentarse, José María y Rosa viven su pequeño idilio de amor. Ambos aprovechan que los patrones de Rosa están de viaje para estar juntos en la casa de ellos y escuchar la música del disco pirata que compraron en la calle. La canción es “Sombras” interpretada por el ecuatoriano Julio Jaramillo y, conforme la música avanza, la imagen se oscurece hasta mostrar a ambos en la cama, juntos, rodeados de sombras, la misma sombra que les perseguirá hasta el fin.

La fotografía de esta escena es hermosa y una característica de la película Rabia. El fotógrafo Enrique Chediak hace un trabajo extraordinario con el lente y sus imágenes son palabras y diálogos de altísimo nivel. Otro momento muy bueno de fotografía es cuando Rosa se sienta en las escaleras de la casa de la familia Torres, sus patrones, a hablar por teléfono con su novio (que ya está prófugo). El movimiento de la cámara por sí solo expresa las sensaciones y angustias que rodean a la muchacha.

Rosa es una muchacha que aparenta fragilidad debido a su timidez, pero es fuerte y soporta el dolor y los problemas. Tal vez sea por su carácter o porque la vida del inmigrante que abandona su país para intentar buscar algo mejor no es fácil y, muchas veces, acaba conformándose con trabajos donde son denigrados. El caso de Rosa es así. Trabaja en la casa de la familia Torres; una familia desestructurada emocionalmente y donde solo la patrona tendrá la sensibilidad de comprenderla, de ayudarla y de tratarla como gente. El patrón nunca le dirige la palabra y su esposa le llama la atención al respecto cuando le dice: “deja de hablar de ella (Rosa) como si fuera invisible”.

Rosa e sus patrones
El hijo de la patrona, Álvaro, que no se lleva bien con su padre por problemas económicos y que es mimado por su madre, intenta seducir a Rosa besándola a la fuerza y, más adelante, violándola.

Rosa soporta todo. Su situación es difícil. Está embarazada y el padre de su hijo, José María, está escondido en algún lugar. Ella no tiene a dónde ir. Rosa es la antítesis de José María porque éste, a pesar de no tener nada, no duda –aunque sea de la forma equivocada- en recuperar su dignidad como ser humano. Mas, como es lógico, al hacerlo de una forma errada, pierde todo, incluso esa dignidad que tanto la busca.

José María se esconde en la casa de la familia Torres sin que nadie se entere. Ni siquiera Rosa. La casa es grande y el tercer piso está abandonado. Cuartos viejos, sucios, donde se amontonan muebles antiguos, en mal estado y todo está cubierto de telas de arañas y donde los ratones se sienten a gusto. La situación de la casa es simbólica y muestra el estado real y emocional de la familia Torres que solo podrá levantarse –lo entendemos así después de haber visto toda la película- con la presencia de Rosa y su bebé.

La lucha por la sobrevivencia
Mientras la policía busca a José María y Rosa se entristece porque no tiene noticias de él, éste permanece escondido, con hambre y frío, haciendo todo sigilosamente para que no lo descubran, ni siquiera Rosa. Las escenas que muestran esta situación de José María son fuertes pero no llegan a ser sensacionalistas ni exageradas. Se percibe el cuidado que tuvo el director para mostrar una situación lo más real posible, pero sin caer en la mera sensibilidad o en lo grotesco, intentando capturar con la cámara el dolor del silencio, la soledad, el abandono.

De los momentos más difíciles por lo que pasa José María, los peores son cuando la familia Torres sale de la casa que permanece cerrada una semana para fumigar. José María no tiene cómo escapar y durante siente días lucha entre la vida y la muerte por sobrevivir en un ambiente de angustia. Son escenas fuertes en la que se ve a un hombre desesperado que ha perdido su destino, que no sabe dónde hay un camino por el que pueda ir.

El trabajo de la fotografía de la casa es algo maravilloso y merece elogios. El movimiento de la cámara es muy significativo cuando acompaña los corredores, las paredes, los cuadros de la casa. La cámara se convierte en los ojos de los personajes, principalmente de Rosa y José María. La primera vez que tenemos esa sensación es cuando José María le llama por teléfono a Rosa y ella va a contestarlo.

Y ya que hablamos de la fotografía de la casa, a lo largo de la película hay muchos primeros planos de ésta, principalmente cuando todos se han ido y el silencio y las sombras están por sus corredores. Como dijimos al principio, el título de la canción es simbólico a lo largo de la obra.

José María pasa a comunicarse con Rosa a través del teléfono. Él descubre que en la casa hay dos líneas telefónicas y siempre que le es posible, se esconde en la habitación donde está una de las líneas telefónicas para llamarle a Rosa. Es así que él confirma por teléfono todo aquello que ve en la casa, escondido en las sombras, contrastando con los colores del hogar. Durantes las conversaciones vale la pena destacar dos hechos: los personajes se aman pero no se conocen. Rosa le dice a José María que se dio cuenta que no sabía nada de él cuando la policía le interrogó; pero José María quiere su amor y le ofrece el suyo, aunque lo único que le puede ofrecer es una especie de esperanza.

El otro hecho de destaque es la fotografía de los rostros de José María y Rosa durante estas conversaciones: los primeros planos de los protagonistas son tan fundamentales como sus palabras.

A medida que pasan las semanas, la situación de José María empeora. No hay forma de escapar y el odio lo va consumiendo hasta que llega a cometer su segundo crimen: asesina a sangre a fría a Álvaro, asfixiándolo, como venganza por haber violado a Rosa.

José María definitivamente se queda solo. Dominado por los celos y por el odio, con el segundo asesinato pierde su lugar en la sociedad. Ya no encuentra forma de escapar de las sombra que le rodean y va debilitándose, hasta que sus fuerzas se terminan.

Sin embargo, Rosa no lo olvida y decide que su hijo se llamará como su padre y tiene la oportunidad de darle un futuro gracias al apoyo que recibe de su patrona.

Para finalizar, vale mencionar dos tomas magníficas de fotografía. La primera es cuando Rosa está en la playa, acariciando su barriga. La cámara se le acerca lentamente y luego se aleja, como si fuera la espuma del mar. Es una escena linda y contrasta con la situación oscura que vive José María abandonado en el último piso de la casa de los Torres.

La otra escena fotográfica que vale destaque es cuando José María tiene a su hijos en sus brazos y está en el suelo, falleciendo. Mientras se escucha “Cuando tú te hayas ido...”, Rosa se recuesta encima de los dos y la cámara, en un movimiento bello y lento, empieza a caminar por las paredes, los corredores, los cuadros, las escaleras, los objetos, todo en un primer plano, hasta salir de la casa y detenerse en un plano general frente a esa misma casa, mostrando el último piso, donde José María, impotente, tuvo que ver morir sus sueños como hombre, como ciudadano, como padre, como amante.

 ¿Hasta qué punto un ser humano puede soportar el silencio, la soledad, la ilusión y la esperanza? Y un inmigrante ilegal que busca desesperadamente un destino para su vida, ¿a dónde puede llegar cuando pierde el control de su vida?

Rabia es un drama de suspense psicológico de excelente calidad dirigido por el cineasta ecuatoriano Sebastián Cordero, que presenta estos interrogantes a través de personajes bien caracterizados, coherentes. La película pertenece justo a la época en que España vivió la fiebre de los inmigrantes ilegales, principalmente los ecuatorianos, que fueron a trabajar como obra barata para hacer todo aquello que los españoles no querían hacer, aprovechando que vivían un período de bonanza económica. Sin embargo, Cordero no nos ofrece una película "social" en la que haya un discurso sobre el racismo y los imigrantes; aunque estos temas aparecen en Rabia, la película es más un retrato sobre la degradación del ser humana y la poca o mucha esperanza en la vida.

Rabia ganó en el Festival de Cine de Málaga de 2010 el premio a la mejor película (Biznaga de oro), al mejor actor de reparto (Biznaga de plata) y a la mejor fotografía (Biznaga de plata); ganó también el premio especial del Festival de Cine de Tokio.

Texto original de Patricio M. Trujillo O.


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