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Patricio Miguel Trujillo Ortega


31 de janeiro de 2015

A Thousand Years of Good Prayers - Mil años de oración



A Thousand Years of Good Prayers (Mil años de oración). Drama. 2007. 83 minutos. Estados Unidos-China.

Con Henry O, Faye Yu.

Dirección de Wayne Wang.

Mil años de oración es una película profunda y sensible que habla de la soledad, del perdón y la diferencia generacional entre padres e hijos. El cineasta Wayne Wang consigue realizar de una manera sencilla, pero con una gran fotografía (de Patrick Lindenmaier), un buen juego de silencios y banda sonora apropiada, con un ritmo lento y dinámico al mismo tiempo, una obra de calidad que nos conmueve no solo por la historia en sí, sino porque sus personajes están bien construidos.

La idea principal de la película la podemos resumir en un párrafo: El Sr. Shi acaba de llegar a los Estados Unidos desde China para visitar a su hija, Yilan, que vive ahí desde hace 12 años. Ella está divorciada y, mientras su exmarido ha regresado a China, Yilan se ha adaptado a las costumbres de su nueva nación. El Sr. Shi desea conocer el país donde su hija es feliz; sin embargo, él cree que ella está triste y se esfuerza por intentar comprender lo que le sucede a Yilan; no obstante, la hija se siente incómoda con la presencia del padre en su casa. De esta manera, el reencuentro, en lugar de ser afectuoso y positivo, se transforma en un tiempo de reflexión y de soledad.

Ahora debemos ir más allá de esta idea principal pues se han planteado otras: la relación padre-hija, la soledad, la nueva cultura, el perdón y el futuro.
 
Mil años de oración - Yilan
Mil años de oración es una película triste, aunque no es dramática ni melodramática. Es triste porque Wayne Wang consigue transmitir el sufrimiento de la relación padre-hija mientras el primero intenta reconstruir una historia de amor que no funcionó por diversas razones en el pasado; al mismo tiempo, hay una segunda historia, la del Sr. Shi y Madam: un esfuerzo para construir un puente de amistad y solidaridad cuando parece que ya no hay esperanzas para ellos.

Pero vayamos por partes.

Primero hay que entender que los personajes no pertenecen a la cultura occidental; entonces, sus actitudes no corresponden a las que nosotros estamos acostumbrados, principalmente si somos latinoamericanos. De esta forma, vemos la ausencia de contacto físico entre el Sr. Shi y Yilan, desde el primer momento en que ambos se encuentran en el aeropuerto. No obstante, lo que más percibimos más allá del aspecto físico es que hay un vacío en la relación padre-hija. El Sr. Shi reconoce que él fue un mal padre, pero desea aprovechar esta oportunidad que tiene, no para recuperar el tiempo perdido, sino para construir una nueva relación con su hija, ahora adulta; sin embargo, ella lo rechaza. Al principio lo hace con actitudes de un silencio incómodo que se establece entre ambos; luego lo hace ausentándose de la casa para, simplemente no estar con su padre; y, finalmente, al final tiene consigue preguntarle cuánto tiempo él pretende quedarse en la casa de ella.
Mil años de oración - Yilan y el Sr. Shi en el aeropuerto
A pesar de los esfuerzos de su padre, Yilan no quiere ese reencuentro. Ella tiene un resentimiento muy fuerte y utiliza las “costumbres americanas” como un pretexto para mantenerse alejada del padre quien intenta recrear un ambiente cultural con el que ambos se identifiquen: el lenguaje y la comida. En relación al primero, él tiene dificultades para hablar inglés y Yilan, aunque habla chino, ha aprendido a expresarse mejor con el inglés. Ella dice que “cuando se habla otra lengua se es otra persona; es más fácil expresar los sentimientos”. De esta manera, ella justifica su silencio constante y su incapacidad de transmitir sus emociones con su padre, lo que provoca la angustia de este, no porque se sienta solo, sino porque está convencido de que su hija no es feliz y, por tanto, quiere hacer todo lo posible para intentar comprenderla y ayudarla.
Mil años de oración
El otro elemento es la comida. El Sr. Shi empieza a cocinar para su hija, aunque esta no quiere que él lo haga. El padre tiene la necesidad de hacer la comida en el estilo de su cultura y no comprende la “necedad” de Yilan de no aceptarlo. Ella prefiere desayunar fuera de casa y llevarse en una bolsa de papel un refrigerio para tomarlo en medio del camino. Y cuando no tiene otra opción, prefiere permanecer en silencio, sin ocultar que no está satisfecha con lo que hace su padre.

La relación entre ambos se la puede resumir en las palabras que le dice el padre a su hija: “si todos los hijos se comportaran correctamente con sus padres, perderíamos la mitad de la literatura china tradicional”. De esta manera, el padre reconoce que hay ese abismo generacional, que no es un problema exclusivo de él y de su hija; no obstante, él desea “redimirse”. Se esfuerza por respetar las “nuevas costumbres” de su hija, aunque no las entiende.

Y aquí entramos en un elemento que Wayne Wang nos lo presenta con un poco de humor: la asimilación de las nuevas costumbres. Wang lo hace a través del Sr. Shi y las reacciones que él tiene conforme los diferentes aspectos culturales se le presentan.
 
El Sr. Shi
Como el Sr. Shi permanece casi todo el día solo, no hay nadie que le explique esa cultura nueva. El humor que surge es delicado, lo que ayuda a disminuir la tensión de la soledad que le rodea al padre. Podemos citar algunos ejemplos de estos choques culturales. 1) El Sr. Shi no comprende cómo su hija puede tener la suscripción de un periódico si nunca lo lee. 2) Al conversar con una joven que está en biquini, él no se atreve a mirarla directamente y, aunque la muchacha trata de ser simpática y comunicativa, el Sr. Shi se aleja porque se siente incómodo con la situación. 3) Una de las escenas más graciosas es cuando dos jóvenes mormones lo visitan y tratan de convencerlo de sus ideas religiosas. Ya que la lengua es una dificultad, la comunicación sufre algunas complicaciones y el Sr. Shi traza un paralelismo entre Marx y Engles con Joseph Smith, el profeta de esa secta.

El Sr. Shi y la chica de la piscina
Los mormones y el Sr. Shi
Uno de los momentos más bellos de Mil años de oración es la amistad que nace entre dos personas extranjeras que, aunque apenas hablan inglés, consiguen comunicarse y, por qué no decirlo, alimentar un poco la esperanza en medio de la soledad que les rodea a ambos.

En un parque al que va a pasear algunos días, el Sr. Shi conoce a Madam, una mujer iraní que vive en la casa de su hijo que está casado. Aunque ambos tienen dificultades para conversar con el inglés rústico que hablan, ellos consiguen comunicarse, ser amigos y, principalmente, escucharse mutuamente. Madam es una mujer más expresiva que el Sr. Shi y muestra una alegría, a pesar de que hay un dolor profundo en su vida. Un dolor que se le revelará al espectador a su debido tiempo y nos deja una marca profunda en el tema central de la película: la diferencia generacional, la soledad, la ingratitud y la pérdida. No obstante, los diálogos del Sr. Shi y Madam son alegres, positivos: una luz en medio del desconcierto.
El Sr. Shi y Madam
Antes de finalizar, queremos mencionar una de las escenas más impactantes de Mil años de oración que sucede casi al final de la película. El Sr. Shi está en el dormitorio, sentado al pie de la cama y su hija está en la sala. La cámara permanece parada mientras el Sr. Shi le cuenta a su hija la historia de él, de su esposa, de su trabajo, de cómo perdió el prestigio en su trabajo, de los chismes que contaban de él. Es una confesión tardía a través de la cual él dice que comprende las actitudes actuales de su hija. Yilan escucha la historia mientras recoge sus objetos personales antes de irse a trabajar. Por un momento se sienta en el sofá y luego se levanta y se va, mientras su padre continúa hablando, solo, literalmente. La escena es triste en sí porque se siente y se ve el peso de los años y del abismo entre padre e hija que parece que nunca va a ser superado.
Mil años de oración
Mil años de oración es una película que, como dijimos al principio, está hecha de manera sencilla, pero profunda. No hay desperdicio de imágenes ni de situaciones; cada una de las piezas se encaja naturalmente. Y uno de los aspectos importantes, es que no es una película moralista. La historia es narrada de manera objetiva y el espectador es libre para optar por una opinión.

Finalmente, para entender el título del film, hay que recordar que este se refiere a una frase de la cultura china que habla del tiempo que debe pasar para que dos personas puedan vivir juntos, en harmonía.

Texto original de Patricio Miguel Trujillo Ortega.

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