O filme que assistimos...

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Patricio Miguel Trujillo Ortega


21 de setembro de 2013

Nathalie Granger



Nathalie Granger. Drama, 1972, 83 minutos. Francia.

Con: Lucía Bosé, Jeanne Moreau, Gérard Depardieu.

Dirección: Marguerite Duras.

Nathalie Granger no es una película fácil de ver.

Marguerite Duras, escritora y cineasta francesa, nos ofrece una película existencialista en la que las emociones están controladas al máximo y en la que el espectador se ve sofocado por el silencio, el vacío y la pasividad de dos mujeres que deambulan por una casa, como dos fantasmas, una tarde de un día cualquiera.

Para ver Nathalie Granger hay que tener mucha paciencia y cuidado para no dejarse engañar por una historia que nunca llega a suceder.

Si empezamos hablando de una forma tan “negativa” de Nathalie Granger, ¿por qué vale la pena verla? ¿Por qué comentarla? Pues, porque aunque nunca tuvo el éxito como otras de Duras, es el reflejo de un estilo narrativo y aporta elementos interesantes en la manera de ver al ser humano, la rutina de la vida y el paso del tiempo.

Una historia que no es historia.

Empezamos diciendo que Nathalie Granger le engaña al público haciéndole creer que va a ver una historia que, en verdad, nunca sucede. Para logarlo, Duras inicia su película con dos elementos que, aparentemente, parecen estar unidos y que luego, se disipan; más adelante, cuando el espectador percibe, el tiempo ha transcurrido, la película ha terminado y no ha habido ninguna historia. Es que el concepto de “historia” en Nathalie Granger no es el tradicional de esta palabra, pues simplemente esta “historia” no tiene una “historia”.
La profesora de Isabel Granger
 En los primeros minutos se escuchan las noticias transmitidas por radio de dos asesinos que están fugitivos. Mientras oímos la noticia, en la pantalla aparecen imágenes de juguetes tirados en el suelo. La escena nos da la falsa sensación de que la imagen está relacionada con la información radiofónica; sin embargo, luego vemos a la familia de Isabel Granger: ella, su esposo y sus dos hijas que están sentados, terminando el almuerzo. Ahí descubrimos que Isabel está preocupada por su hija Nathalie, pues la profesora de ella le ha informado que la pequeña tiene un comportamiento violento.
Nathalie Granger
Con esta información, el espectador automáticamente une los dos elementos y asocia la violencia de Nathalie con la de los delincuentes que se escucha en la radio; sin embargo, esa falsa impresión enseguida desaparece y el espectador se queda perdido, sin entender lo que sucede, pues el esposo de Isabel se levanta y sale de casa; las dos niñas piden permiso y se levantan de la mesa y la única que permanece en casa es Isabel, en silencio, sintiendo el paso del tiempo. Y el espectador, esperando la historia de la violencia que nunca llega.

Nathalie Granger: un mundo a través de la ventana
Isabel Granger versus Nathalie Granger.

Isabel Granger está preocupada con el comportamiento violento de su hija Nathalie en la escuela; sin embargo la “historia” de Nathalie Granger va por otro camino: el tiempo empieza a pasar y el espectador “siente” lentamente cómo este avanza mientras el silencio se apodera de la casa de Isabel; entonces, lo que pasamos a ver es una serie de rituales de Isabel y una amiga suya que aparece “de la nada” en la casa. Ambas amigas permanecen todo el tiempo juntas, la mayor parte del tiempo en silencio, cada una “atrapada” en sus propios pensamientos, de tal forma que llega un momento dado en que nos confundimos y no sabemos quién es Isabel. Vale mencionar el hecho de que la amiga usa una “capa” negra con la cual nos transmite una personalidad fuerte, ganando muchas veces el centro de la atención. Estas dos amigas caminan por la casa y por el patio como si fueran dos seres fantasmagóricos que vagan sin sentido, como si fueran de otra realidad, de otro mundo. Es como si una “bruma” silenciosa, aburrida y pesada las cubriera con un manto, pues las emociones están controladas.
 
Nathalie Granger y la cámara distante
Es imposible saber lo que ellas piensan, lo que ellas sienten y más aún cuando prácticamente no hay diálogos entre ellas. A veces hay frases pequeñas en las que Isabel manifiesta su preocupación por su hija, otras veces hay la interferencia de ruidos externos, de una llamada telefónica pero, en definitiva, no conseguimos saber lo que ellas quieren, lo que ellas sienten, aunque es obvio que ambas se comprenden. No se sabe si están “acomodadas” a una vida cotidiana, aburrida, en la que el tiempo se ha apoderado de sus vidas.


Nathalie y su amiga
Esta falta de “psicología” de los personajes de Nathalie Granger tiene una razón de ser: Marguerite Duras es una escritora del movimiento de la “nueva novela” (nouveau roman) que surgió en Francia en los años cincuenta. Los escritores de este movimiento intentan separarse de las formas narrativas tradicionales y para eso utilizan algunos recursos como la pérdida de la importancia del narrador, que muchas veces llega a desaparecer; además, no les interesa que haya una interpretación psicológica de los personajes. Estas características de la “nueva novela” son transferidas al cine por algunos autores, como es el caso de Duras, que incursionó en el séptimo arte. Y una de los recursos que se utilizan para cumplir su objetivo es el uso y, muchas veces, abuso de los detalles, con lo cual el narrador intenta mantenerse objetivo, distante de la historia.


Una muestra de este “exceso” de detalles es la escena en la que Isabel y su amiga quitan y limpian la mesa después del almuerzo. La escena dura, prácticamente, el tiempo exacto de lo que en la realidad dura ese acto. Es decir que el tiempo cinematográfico es el mismo de la vida real. Además, hay que mencionar que ambas realizan su tarea en el más absoluto silencio lo que hace que el espectador sienta el paso del tiempo o, mejor dicho, la lentitud de este. Por más interesante que el recurso sea, la escena llega a ser aburrida, y le confunde cada vez más al espectador que continúa sin saber lo que ellas son y lo que desean. Pero a Duras no le interesa eso.
 
El ritual de quitar y limpiar la mesa
Y la “historia” del comportamiento violento de Nathalie en la escuela  continúa esperando para ser contada.

La angustia de la vida cotidiana y la ventana.

La casa de Isabel parece ser el refugio de ella y de su amiga. Pero, ¿de qué se están protegiendo? Es una pregunta sin respuesta; solo sabemos que ambas pasean por la casa, realizan diversas actividades cotidianas y del mundo externo les llegan los ruidos, hasta que en un determinado momento el mundo de ellas es “invadido” por un personaje extraño y surge, entonces, el enfrentamiento de la angustia de la vida cotidiana con el silencio y la falta de expresividad frente a la vida. Volvemos a hablar de esos seres fantasmagóricos que no reaccionan frente a nada.
 
La amiga de Isabel Granger
En un momento determinado, cuando Isabel y su amiga están sentadas en la sala, llega a la casa un vendedor de lavadoras, interpretado por Gérard Depardieu. Él entra a la casa sin que le hayan abierto la puerta; es decir, él invade, literalmente, el mundo de ambas mujeres. Él entra, se sienta en la sala y empieza a hablar.
 
La hija de Isabel
El vendedor es un hombre inseguro, que está desesperado por vender la más nueva y magnífica lavadora del mercado. Está agitado y su discurso es la de un hombre “desesperado”. Las palabras le salen atropellándose entre ellas mismas. Sin embargo, lo que más le “angustia” al individuo, es el silencio y la actitud pasiva e indiferente de Isabel y su amiga. Ambas están sentadas, inmóviles, sin mostrar ninguna reacción frente a todo lo que dice el vendedor. Son como dos estatuas de piedra que le provocan más angustia al vendedor. Este se esfuerza al máximo para mostrarles las ventajas de adquirir la nueva lavadora. Al principio parece que el silencio de las mujeres le motiva a continuar hablando, con la esperanza de conseguir por lo menos una venta; no obstante, el tiempo transcurre, las palabras se le confunden y ambas mujeres permanecen impávidas, con los ojos ausentes. Después de varios minutos de ese monólogo desesperado, el vendedor se levanta y va a ver cuál es la lavadora que hay en esa casa y percibe, entonces, que ellas ya tienen justamente el modelo que él intenta vender. El vendedor no sabe cómo reaccionar. No sabe si le han tomado el pelo; sin embargo, lo más angustiante es cómo las mujeres permanecen con la misma actitud fría y distante cuando él se siente confundido al descubrir que ellas ya conocen su producto.
 
El vendedor
La apatía de Isabel y su amiga


Enseguida el vendedor se va y ambas mujeres le siguen con los ojos por la ventana. Lo ven cruzar la calle, llamar a la puerta de otra casa y después de algunos instantes, como no lo atienden, irse. La cámara se mantiene distante, de igual forma que las mujeres que parecen contemplar el mundo desde el interior de la casa, como si estuvieran aisladas de la realidad. Esta característica de la cámara distante es permanente en muchas escenas de la película, y crea justamente esa sensación de abandono y de aislamiento. A esto, debemos añadir otra característica de la película que ayudan a confirmar esa idea de una película existencialista, de la soledad: los planos vacíos. La cámara está lejos, los personajes se mueven lentamente y cuando abandonan la escena, la cámara permanece quieta, mostrando el espacio vacío, sin vida, sin sentido, como si nada hubiera cambiado con la ausencia de los personajes. Por otro lado, la cámara no intenta acompañar el andar de los personajes. La presencia o ausencia de estos parece que nos da igual.

Aunque el espectador no esté de acuerdo con la propuesta de Marguerite Duras, vale la pena ver Nathalie Granger. No es una experiencia encantadora, pero no hay que negar que ella deja en el aire esa sensación de abandono que hoy, a pesar de que tenemos tanta información y tanto movimiento gracias a los actuales recursos tecnológicos, parece que le “envuelve” al ser humano con más intensidad.

Texto original de Patricio Miguel Trujillo Ortega.

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