Con: Héctor Alterio, Federico Luppi, Pepe
Sorian, Gastón Pauls, Belaram Dinard.
Dirección: Diego Arsuaga.
El último tren, que en Argentina y Uruguay se llamó Corazón
de fuego, es una comedia profunda y sensible que habla de la lucha de
las personas que no quieren perder su identidad; que desean, ante todo,
recuperar lo que un día les dio la vida porque no desean, simplemente,
sobrevivir en un mundo ‘moderno’ que hace hincapié en olvidarlas.
El último tren es una película de aventura en la que sus
protagonistas, tres hombres mayores, se lanzan a una lucha épica,
quijotesca, para derrotar a un enemigo poderoso que tiene las armas necesarias
para vencerlos. Los sueños de estos tres amigos son tan grandes que aún creen
en su utopía y, bajo el lema “el
patrimonio no se vende” emprenden una batalla, aunque saben desde un
principio que no la van a ganar. No obstante, están dispuestos a llevarla a
cabo con la esperanza de que todo un país los escuche, los apoye y, de esa
forma, conseguir rescatar su propia identidad.
La Asociación de Amgos de Riel |
Los protagonistas, interpretados por
consagrados actores del cine argentino, son tres amigos, miembros de la
Asociación de Amigos de Riel que deciden una noche, en asamblea, secuestrar La
33, una locomotora histórica uruguaya que será vendida a un estudio de
Hollywood.
Desde el principio la idea de secuestrar “una
locomotora” parece absurda, pues en algún momento las rieles del ferrocarril,
abandonadas y en mal estado, se les van a acabar y no podrán ir a ningún lugar.
No obstante, esos tres amigos prefieren poner en juego su vida, no por la simple
nostalgia de un pasado perdido, sino por la necesidad de recuperar la vida
pues, La 33 representa el contraste de un presente que apuesta en el futuro y
niega su historia. Por tanto, gracias a ese ambiente de nostalgia profunda y
humana, los tres amigos se convierten en héroes que cuentan con el apoyo
incondicional del espectador que espera que, al final de la película, logren
con éxito su misión.
Héroes versus antihéroes.
El Profesor, el Secretario y Pepe son los
héroes de la película que, a pesar de sus problemas de salud, se lanzan a la
última gran aventura de sus vidas. Ellos se enfrentan a Jimmy, el propietario
de La 33 que hace de todo para recuperarla y a Ponce, el policía encargado de
rescatar la locomotora.
"La 33 depende de vos" le dice El Profesor a Pepe |
Si se siguiera la lógica, Jimmy y Ponce tendrían
que ser los “héroes”, pues el primero es el perjudicado ya que La 33 le
pertenece y, el segundo, como representante de la ley y del sistema, no debe
permitir que el orden se rompa, aunque “los delincuentes” sean unos ancianos.
Sin embargo, los “secuestradores” son personajes con carisma, apasionados, sin
miedos, expresivos, coherentes con sus discursos, con personalidades fuertes y
seductoras, con un ideal tan profundo que es imposible verlos como “criminales”;
al contrario, son los héroes que están buscando rescatar no solo su identidad
individual, sino también la colectiva, la de todo un país que no puede negar
simplemente su historia. Los papeles de antihéroes les sobra a Jimmy y a Ponce,
pues ellos hacen todo lo posible para “destruir” el sueño de los amigos. Jimmy,
como un individuo frío, egoísta y materialista; Ponce, como representante de un
“orden” corrupto.
El Profesor es la persona más lógica del grupo y la que
mantiene el equilibro del mismo. Sin él, desde un primer momento la misión
hubiera fracasado. Coordina las acciones con un sobrino para que los medios de
comunicación sepan lo que está sucediendo. Además, sabe escuchar lo que “no
dicen” sus otros compañeros: esencia para que personalidades tan distintas
caminen juntas hacia la utopía. Por otro lado, cuenta con el apoyo
incondicional de su esposa: “Mi amor,
hagas lo que hagas voy a estar con vos”. Por otro lado, él tiene un
problema de salud y necesita ser operado; sin embargo, su misión es más
importante que su salud y está dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias.
Pepe es la fuerza fruta, la pasión por la vida y,
al mismo tiempo, al adueñarse de las historias de su hermano que fue en su
juventud un miliciano anti-franquista en la guerra civil española, es el rebelde
del grupo. Él le dice a Guito: “Esto es
como una guerra. Ahora viene la ofensiva final del enemigo...). Él es
jubilado de los ferrocarriles uruguayos y el responsable por conducir La 33.
Como le dice El Profesor: “La 33 depende
de vos”.
El Secretario es el antagonista de Pepe. Ambos amigos se
enfrentan todo el tiempo con gritos,
insultos y un cariño profundo disfrazado de disgusto. El Secretario anota todo
en una agenda porque lucha contra el Alzheimer que le persigue a gran velocidad.
Además de los tres ancianos, en La 33 está Guito,
un niño que es hijo de los dueños de la casa donde vive Pepe y que le admira a
éste. Guito, de alguna manera, representa la esperanza, la ilusión de que en el
futuro se recupere esa identidad que se niega a morir. Es el sueño que se niega
a desaparecer. La amistad de Guito y Pepe es profunda y lo acompaña en la
aventura con una convicción fuerte y poderosa.
Jimmy, a pesar de ser el propietario de La 33 es el
antihéroe más antipático que se ha visto en el cine latinoamericano. Es un
individuo que cree que puede hacer todo lo que quiere porque tiene dinero y
conoce a personas “poderosas”. Trata de solucionar los problemas con una simple llamada telefónica y, por eso, mira a
las personas con desdén, con arrogancia. Intenta manipular de todas las formas
posibles a los ancianos y a la propia autoridad. Desde el primer instante deja
de ser víctima y pasa a ser el posible verdugo que intenta destruir la utopía
de los tres viejos guerreros que se niegan a caer bajo el peso de la sociedad a
la que él representa.
Ponce juega un papel ambiguo. Por un lado intenta
mantener el orden del sistema y, aunque le cae mal Jimmy, se ve obligado a
escucharlo y a hacer lo que éste le dice porque debe obedecer lo que sus jefes
le dicen que haga; mas, por otro lado, no le importa lo que le pase a la
locomotora ni a Jimmy porque se ha visto obligado a actuar bajo el mando de un
joven arrogante.
El estilo narrativo.
El último tren es una película sencilla. Su guion no nos
sorprende con ningún efecto especial y la historia es lineal. Empieza con la
reunión de la Asociación de Amigos de Riel y termina con el fin de las vías del
ferrocarril. Y es gracias a esta sencillez que la película gana en todos los
sentidos: la historia es dinámica, los diálogos son precisos y divertidos; las
palabras ilustran las emociones, los ideales, los sentimientos, la realidad;
además, los personajes se enriquecen a cada instante conforme la historia se
desarrolla.
El último tren |
Hay que mencionar también otros recursos. La
cámara y los planos. La cámara está siempre parada. Se posiciona de esta forma
porque la riqueza de la película está en los personajes, quienes conducen la
historia con cada una de sus decisiones, de sus acciones, de su ser; con la agilidad de sus diálogos. Además es indiscutible la calidad de los actores argentinos hasta tal punto que no es necesario ningún truco para engrandecer la película. Por otro lado, los planos
que prevalecen son los generales y, cuando La 33 está en
movimiento, hay muchas tomas aéreas que engrandecen el paisaje y, al hacerlo,
muestra el país que dejó que el ferrocarril muriera y le da sentido a la
aventura quijotesca de los personajes. En relación a los planos, la mayoría son
medios y primeros y suceden en el tren, que es justamente donde transcurre la
mayor parte de la historia.
Escenas claves.
De todas las escenas importantes de la
película, hemos escogido cinco porque estas, además de contar detalles de la
historia, ilustran la pasión, la ternura, la tristeza, el abandono, la utopía
de los tres ancianos que se lanzan a lo inesperado.
La primera escena, como es lógico, es el
secuestro del tren. Este sale rompiendo la puerta de madera del garaje y
empieza a recorrer la ciudad. El Profesor lo compara con un dragón y hace
referencia a un cuento de Ray Bradbury. La fotografía, inclusive, es fantástica
por la evolución que tiene. Parte de lo oscuro y va hacia la claridad, cuando
amanece y el tren recorre los diferentes paisajes del país y, al hacerlo, se
reencuentra con mucha gente que vive en sus rincones, con su propia historia, y
en el olvido.
La segunda escena clave es el discurso que el
profesor hace frente al “pueblo uruguayo”. Después de andar muchos kilómetros,
el tren se detiene porque necesita combustible y agua. Y se detiene en el
campo, y frente a ellos están dos hombres con sus caballos y unos tres niños
que van a la escuela. Aunque el público no pasa de esas cinco personas, el
Profesor los arenga apasionadamente. Comparte con ellos lo que están haciendo y
les pide que lo divulguen. No importa que sean pocos. Lo fundamental es que la
noticia recorra todo el país. La escena es cómica porque durante el discurso
hay un plano medio, con la cámara parada enfocando solo al Profeso; después,
cuando el tren empieza a moverse nuevamente, la cámara está detrás del profesor
y vemos quién es el público que escuchó las palabras eufóricas. Esta acción
ayuda a crear lazos cada vez más fuertes con los tres ancianos: su lucha es por
algo grande.
La tercera y cuarta escena son melancólicas,
profundamente emocionales y muestran el lado humano de esos tres aventureros
que no saben a dónde van. Sentimos la soledad que les rodea y de la que no
consiguen escapar. Al llegar a una estación abandonada, Pepe, el Profesor y el
Secretario entran al viejo almacén que había en esa estación. Todo está oscuro,
sucio y viejo. Se percibe que el tiempo no perdonó y que todo está,
inevitablemente, destruido y olvidado. Entonces, Antonio se acerca a una pared
y lo único que sobró del pasado son unas viejas fotografías en sus marcos. Y en
una de ellas aparece Pepe, cuando eran joven, hace más de cuarenta años.
Y ahí mismo sucede una de las escenas más
tristes de la película: el Secretario pierde la batalla con el Alzheimer y ya
no sabe quién es él, qué hace ahí y quiénes son sus amigos. El Profesor y Pepe,
con una dulzura profunda, intentan explicarle quiénes son, quién es y, al
percibir que ya ningún médico podrá hacer, buscan la manera de protegerlo, de
no dejarlo absolutamente solo. Pepe le dice a El Profesor: “si algún día me pongo así, empújame debajo de un auto”. Es la
realidad de la que no pueden escapar: están viejos y nadie quiere morir.
Estas dos escenas que acabamos de mencionar son
fuertes por la forma sencilla en que son hechas y porque no hay elementos
lacrimógenos ni teatrales. Como todo lo que sucede en la película, es directo y
sutil, sencillo y profundo.
Un gesto espontáneo de apoyo a La 33 |
La quinta escena clave es cuando termina el
viaje de La 33. La gente, curiosa, ha salido para ver qué sucede y, en un gesto
espontáneo, se sientan en las vías del tren y les dan su apoyo solidario a esos
hombres que se van detenidos por la policía.
Palabras finales.
Hay que destacar dos elementos adicionales en El
último tren: la música de Hugo Jasa. Esta no es una banda sonora como
sucede en la mayoría de las películas; al contrario, es una música convencional
que acompaña algunas escenas y “hace” sentir la historia.
El otro elemento es la puesta en escena de road movie: género muy bien logrado en
esta película.
Para finalizar, El último tren ganó el
Goya 2002 a la Mejor Película Extranjera de habla hispana; obtuvo el Premio
Pilar Miró al Nuevo Director en la Semana Internacional de Cine de Valladolid
(Seminici 2002), donde también obtuvo el Premio del Público (El Norte de
Castilla) y el Premio al mejor Actor Ex Aequo: Héctor Alterio, Federico Luppi y
José Soriano. En el Festival Internacional de Cine de Montreal: Mejor Guion,
mejor Película Latinoamericana, Premio Ecuménico.
Texto original de
Patricio Miguel Trujillo Ortega.
Está prohibida la
reproducción total o parcial del presente texto sin la autorización escrita del
autor.
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