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Patricio Miguel Trujillo Ortega


26 de março de 2013

El último tren



El último Tren (Corazón de fuego). Comedia, Aventura. 93 minutos. 2002. Uruguay, Argentina, España.

Con: Héctor Alterio, Federico Luppi, Pepe Sorian, Gastón Pauls, Belaram Dinard.

Dirección: Diego Arsuaga.

El último tren, que en Argentina y Uruguay se llamó Corazón de fuego, es una comedia profunda y sensible que habla de la lucha de las personas que no quieren perder su identidad; que desean, ante todo, recuperar lo que un día les dio la vida porque no desean, simplemente, sobrevivir en un mundo ‘moderno’ que hace hincapié en olvidarlas.

El último tren es una película de aventura en la que sus protagonistas, tres hombres mayores, se lanzan a una lucha épica, quijotesca, para derrotar a un enemigo poderoso que tiene las armas necesarias para vencerlos. Los sueños de estos tres amigos son tan grandes que aún creen en su utopía y, bajo el lema “el patrimonio no se vende” emprenden una batalla, aunque saben desde un principio que no la van a ganar. No obstante, están dispuestos a llevarla a cabo con la esperanza de que todo un país los escuche, los apoye y, de esa forma, conseguir rescatar su propia identidad.
La Asociación de Amgos de Riel
Los protagonistas, interpretados por consagrados actores del cine argentino, son tres amigos, miembros de la Asociación de Amigos de Riel que deciden una noche, en asamblea, secuestrar La 33, una locomotora histórica uruguaya que será vendida a un estudio de Hollywood.

Desde el principio la idea de secuestrar “una locomotora” parece absurda, pues en algún momento las rieles del ferrocarril, abandonadas y en mal estado, se les van a acabar y no podrán ir a ningún lugar. No obstante, esos tres amigos prefieren poner en juego su vida, no por la simple nostalgia de un pasado perdido, sino por la necesidad de recuperar la vida pues, La 33 representa el contraste de un presente que apuesta en el futuro y niega su historia. Por tanto, gracias a ese ambiente de nostalgia profunda y humana, los tres amigos se convierten en héroes que cuentan con el apoyo incondicional del espectador que espera que, al final de la película, logren con éxito su misión.
 
Jimmy anuncia la venta de La 33
Héroes versus antihéroes.


El Profesor, el Secretario y Pepe son los héroes de la película que, a pesar de sus problemas de salud, se lanzan a la última gran aventura de sus vidas. Ellos se enfrentan a Jimmy, el propietario de La 33 que hace de todo para recuperarla y a Ponce, el policía encargado de rescatar la locomotora.

"La 33 depende de vos" le dice El Profesor a Pepe
Si se siguiera la lógica, Jimmy y Ponce tendrían que ser los “héroes”, pues el primero es el perjudicado ya que La 33 le pertenece y, el segundo, como representante de la ley y del sistema, no debe permitir que el orden se rompa, aunque “los delincuentes” sean unos ancianos. Sin embargo, los “secuestradores” son personajes con carisma, apasionados, sin miedos, expresivos, coherentes con sus discursos, con personalidades fuertes y seductoras, con un ideal tan profundo que es imposible verlos como “criminales”; al contrario, son los héroes que están buscando rescatar no solo su identidad individual, sino también la colectiva, la de todo un país que no puede negar simplemente su historia. Los papeles de antihéroes les sobra a Jimmy y a Ponce, pues ellos hacen todo lo posible para “destruir” el sueño de los amigos. Jimmy, como un individuo frío, egoísta y materialista; Ponce, como representante de un “orden” corrupto.


El Profesor es la persona más lógica del grupo y la que mantiene el equilibro del mismo. Sin él, desde un primer momento la misión hubiera fracasado. Coordina las acciones con un sobrino para que los medios de comunicación sepan lo que está sucediendo. Además, sabe escuchar lo que “no dicen” sus otros compañeros: esencia para que personalidades tan distintas caminen juntas hacia la utopía. Por otro lado, cuenta con el apoyo incondicional de su esposa: “Mi amor, hagas lo que hagas voy a estar con vos”. Por otro lado, él tiene un problema de salud y necesita ser operado; sin embargo, su misión es más importante que su salud y está dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias.
 
"Esto es como una guerra. Ahora viene la ofensiva final del enemigo"
Pepe es la fuerza fruta, la pasión por la vida y, al mismo tiempo, al adueñarse de las historias de su hermano que fue en su juventud un miliciano anti-franquista en la guerra civil española, es el rebelde del grupo. Él le dice a Guito: “Esto es como una guerra. Ahora viene la ofensiva final del enemigo...). Él es jubilado de los ferrocarriles uruguayos y el responsable por conducir La 33. Como le dice El Profesor: “La 33 depende de vos”.

El Secretario es el antagonista de Pepe. Ambos amigos se enfrentan todo el tiempo con  gritos, insultos y un cariño profundo disfrazado de disgusto. El Secretario anota todo en una agenda porque lucha contra el Alzheimer que le persigue a gran velocidad.


Además de los tres ancianos, en La 33 está Guito, un niño que es hijo de los dueños de la casa donde vive Pepe y que le admira a éste. Guito, de alguna manera, representa la esperanza, la ilusión de que en el futuro se recupere esa identidad que se niega a morir. Es el sueño que se niega a desaparecer. La amistad de Guito y Pepe es profunda y lo acompaña en la aventura con una convicción fuerte y poderosa.

Jimmy, a pesar de ser el propietario de La 33 es el antihéroe más antipático que se ha visto en el cine latinoamericano. Es un individuo que cree que puede hacer todo lo que quiere porque tiene dinero y conoce a personas “poderosas”. Trata de solucionar los problemas con una  simple llamada telefónica y, por eso, mira a las personas con desdén, con arrogancia. Intenta manipular de todas las formas posibles a los ancianos y a la propia autoridad. Desde el primer instante deja de ser víctima y pasa a ser el posible verdugo que intenta destruir la utopía de los tres viejos guerreros que se niegan a caer bajo el peso de la sociedad a la que él representa.
 
Ponce y Jimmy: los antihéroes
Ponce juega un papel ambiguo. Por un lado intenta mantener el orden del sistema y, aunque le cae mal Jimmy, se ve obligado a escucharlo y a hacer lo que éste le dice porque debe obedecer lo que sus jefes le dicen que haga; mas, por otro lado, no le importa lo que le pase a la locomotora ni a Jimmy porque se ha visto obligado a actuar bajo el mando de un joven arrogante.

El estilo narrativo.

El último tren es una película sencilla. Su guion no nos sorprende con ningún efecto especial y la historia es lineal. Empieza con la reunión de la Asociación de Amigos de Riel y termina con el fin de las vías del ferrocarril. Y es gracias a esta sencillez que la película gana en todos los sentidos: la historia es dinámica, los diálogos son precisos y divertidos; las palabras ilustran las emociones, los ideales, los sentimientos, la realidad; además, los personajes se enriquecen a cada instante conforme la historia se desarrolla.
 
Guito y El Profesor
El último tren

Hay que mencionar también otros recursos. La cámara y los planos. La cámara está siempre parada. Se posiciona de esta forma porque la riqueza de la película está en los personajes, quienes conducen la historia con cada una de sus decisiones, de sus acciones, de su ser; con la agilidad de sus diálogos. Además es indiscutible la calidad de los actores argentinos hasta tal punto que no es necesario ningún truco para engrandecer la película. Por otro lado, los planos que prevalecen son los generales y, cuando La 33 está en movimiento, hay muchas tomas aéreas que engrandecen el paisaje y, al hacerlo, muestra el país que dejó que el ferrocarril muriera y le da sentido a la aventura quijotesca de los personajes. En relación a los planos, la mayoría son medios y primeros y suceden en el tren, que es justamente donde transcurre la mayor parte de la historia.

Escenas claves.

De todas las escenas importantes de la película, hemos escogido cinco porque estas, además de contar detalles de la historia, ilustran la pasión, la ternura, la tristeza, el abandono, la utopía de los tres ancianos que se lanzan a lo inesperado.
 
El secuestro de La 33
La primera escena, como es lógico, es el secuestro del tren. Este sale rompiendo la puerta de madera del garaje y empieza a recorrer la ciudad. El Profesor lo compara con un dragón y hace referencia a un cuento de Ray Bradbury. La fotografía, inclusive, es fantástica por la evolución que tiene. Parte de lo oscuro y va hacia la claridad, cuando amanece y el tren recorre los diferentes paisajes del país y, al hacerlo, se reencuentra con mucha gente que vive en sus rincones, con su propia historia, y en el olvido.
 
El Profesor envía su mensaje al pueblo uruguayo

La segunda escena clave es el discurso que el profesor hace frente al “pueblo uruguayo”. Después de andar muchos kilómetros, el tren se detiene porque necesita combustible y agua. Y se detiene en el campo, y frente a ellos están dos hombres con sus caballos y unos tres niños que van a la escuela. Aunque el público no pasa de esas cinco personas, el Profesor los arenga apasionadamente. Comparte con ellos lo que están haciendo y les pide que lo divulguen. No importa que sean pocos. Lo fundamental es que la noticia recorra todo el país. La escena es cómica porque durante el discurso hay un plano medio, con la cámara parada enfocando solo al Profeso; después, cuando el tren empieza a moverse nuevamente, la cámara está detrás del profesor y vemos quién es el público que escuchó las palabras eufóricas. Esta acción ayuda a crear lazos cada vez más fuertes con los tres ancianos: su lucha es por algo grande.
 
Pepe y los recuerdos del pasado
La tercera y cuarta escena son melancólicas, profundamente emocionales y muestran el lado humano de esos tres aventureros que no saben a dónde van. Sentimos la soledad que les rodea y de la que no consiguen escapar. Al llegar a una estación abandonada, Pepe, el Profesor y el Secretario entran al viejo almacén que había en esa estación. Todo está oscuro, sucio y viejo. Se percibe que el tiempo no perdonó y que todo está, inevitablemente, destruido y olvidado. Entonces, Antonio se acerca a una pared y lo único que sobró del pasado son unas viejas fotografías en sus marcos. Y en una de ellas aparece Pepe, cuando eran joven, hace más de cuarenta años.
 
El Profesor le explica al Secretario cómo se llama su mejor amigo
Y ahí mismo sucede una de las escenas más tristes de la película: el Secretario pierde la batalla con el Alzheimer y ya no sabe quién es él, qué hace ahí y quiénes son sus amigos. El Profesor y Pepe, con una dulzura profunda, intentan explicarle quiénes son, quién es y, al percibir que ya ningún médico podrá hacer, buscan la manera de protegerlo, de no dejarlo absolutamente solo. Pepe le dice a El Profesor: “si algún día me pongo así, empújame debajo de un auto”. Es la realidad de la que no pueden escapar: están viejos y nadie quiere morir.

Estas dos escenas que acabamos de mencionar son fuertes por la forma sencilla en que son hechas y porque no hay elementos lacrimógenos ni teatrales. Como todo lo que sucede en la película, es directo y sutil, sencillo y profundo.
Un gesto espontáneo de apoyo a La 33
La quinta escena clave es cuando termina el viaje de La 33. La gente, curiosa, ha salido para ver qué sucede y, en un gesto espontáneo, se sientan en las vías del tren y les dan su apoyo solidario a esos hombres que se van detenidos por la policía.

Palabras finales.

Hay que destacar dos elementos adicionales en El último tren: la música de Hugo Jasa. Esta no es una banda sonora como sucede en la mayoría de las películas; al contrario, es una música convencional que acompaña algunas escenas y “hace” sentir la historia.


El otro elemento es la puesta en escena de road movie: género muy bien logrado en esta película.

Para finalizar, El último tren ganó el Goya 2002 a la Mejor Película Extranjera de habla hispana; obtuvo el Premio Pilar Miró al Nuevo Director en la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminici 2002), donde también obtuvo el Premio del Público (El Norte de Castilla) y el Premio al mejor Actor Ex Aequo: Héctor Alterio, Federico Luppi y José Soriano. En el Festival Internacional de Cine de Montreal: Mejor Guion, mejor Película Latinoamericana, Premio Ecuménico.

Texto original de Patricio Miguel Trujillo Ortega.

Está prohibida la reproducción total o parcial del presente texto sin la autorización escrita del autor.

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