O filme que assistimos...

Você encontrará neste espaço comentários e analises de filmes de todas as épocas. Uma excelente oportunidade para aprender além do cinema.

Patricio Miguel Trujillo Ortega


31 de janeiro de 2013

Full Metal Jacket - Nacido para matar



Full Metal Jacket – Nacido para matar, Drama, Guerra. 116 minutos, 1987. Estados Unidos.

Con: Matthew Modine, Adam Baldwin, Wincent D’Onofrio, Dorian Harewood, Arliss Howard, Lee Ermey.

Dirección: Stanley Kubrick.

La estupidez y las terribles consecuencias de la guerra son temas que están presentes en el cine desde los inicios de este arte; se han hecho buenas y malas películas con los objetivos más diversos: defender una ideología, justificar los asesinatos, ganar dinero con el sensacionalismo, hacer llorar al público con historias melodramáticas...

En fin, podríamos enumerar una lista grande de las razones por las que se producen y por las que tienen éxito este género cinematográfico; sin embargo, vamos a recordar una de las mejores películas de guerra que trató el tema tabú de la guerra del Vietnam desde un punto de vista diferente.

Nacido para matar de Kubrick apareció en 1987 no para mostrarnos los horrores que suceden en la guerra, sino para “denunciar” la crueldad con la que los “marines” estadounidenses son entrenados para matar. Un entrenamiento en el que la dignidad humana es pisoteada con el solo objetivo de que cada uno de los soldados se transforme en una máquina de asesinar. No obstante, esas máquinas de matar son hombres y hay una frágil línea en la que la humanidad del individuo podría ser rescatada.
Nacido para matar de Kubrick
A pesar del gran éxito económico y de crítica que tuvo esta película, quedó un poco ofuscada – para aquellos que viven de estadísticas y piensan que el Oscar es sinónimo de excelencia (sabemos que, como todos los premios, no es así pues hay muchos criterios subjetivos e “intereses” al escoger las mejores películas del año) – porque un año antes apareció Platton (1986), otra gran película que mostró lo que hasta ese momento Hollywood no había querido mostrar (los soldados estadounidenses no eran los grandes héroes de la guerra Vietnam como defendían las producciones de los años setenta).

Nacido para matar se inspiró en la novela de Gustav Hasford, The Short-Timers, y aunque las críticas siempre dicen que la película está dividida en dos partes, nosotros creemos que está divida en tres.

La degradación humana

La primera parte dura aproximadamente cuarenta y cinco minutos y es tensa, persevera, aguda y cruel. Son cuarenta y cinco minutos que pasan rápido. Las escenas se suceden una atrás de otra, con muchos primeros planos y tomas generales. Con la primera escena, el director le prepara al espectador para lo que va a suceder: un mundo donde las palabras y las acciones sirven para humillar y degradar al recluta que no tiene el derecho de defenderse. En la primera escena aparecen los rostros, uno después de otro, de los reclutas a los que les están raspando la cabeza. Los movimientos de la máquina son duros, rápidos y precisos.
Nacido para matar
Los nuevos reclutas están en el centro de entrenamiento de Parris Island y van a ser transformados en “auténticos” marines, listos para combatir en Vietnam. Según el sargento Hartman, responsable por el entrenamiento, ellos no valen nada como individuos, solo como “marines” porque lo que perdura es la institución. Por tanto, Hartman utiliza todas las técnicas posibles para hacerlos sentir insignificantes como personas; durante el entrenamiento, los insulta todo el tiempo (todas las frases del sargento están llenas de los peores improperios), los golpea arbitrariamente, les da apodos humillantes y se burla con crueldad de cualquier defecto de ellos. Los marines no pueden reaccionar y se ven obligados a aceptar pasivamente la denigración a la que son sometidos.

Podemos decir que en esta primera parte no hay diálogos y sí un “monólogo constante de terror” del sargento Hartman, pues su voz es la que domina todo el tiempo y solo en muy pocos segundos los reclutas pueden hablar. No importan sus sentimientos y no consiguen comunicarse entre ellos. Cuando hablan o hacen algo sin la autorización,  sufren las consecuencias de la ira del sargento, quien desde el primer día ya les advierte que siempre tendrán que usar la palabra “señor” antes y después de hablar: “Señor, sí, señor; señor, no, señor”.
Bufón y el sargmento Hartman: ¡Señor, sí, señor!
Ellos solo pueden obedecer: no se les permite pensar ni sentir.

Esa es la imagen que tiene Hartman sobre cómo deben ser los marines para que estén preparados para matar.

Bufón y Patoso
Además del sargento, hay dos personajes principales en esta primera parte. El recluta Bufón, que es el principal, y Patoso, en quien está centrado el drama de los primeros cuarenta y cinco minutos.

Bufón es un joven que sueña en “ser el primer chico de su barrio en tener una muerte vietnamita certificada”. Es burlón, sarcástico y vive intensamente la dualidad entre matar y vivir, entre la guerra y la paz. La escena más importante de Bufón en la primera parte es cuando Hartman lo designa como jefe del pelotón porque le gustó la claridad con la que habló. Bufón se niega a creer en el personaje de la Virgen María y cuando el sargento se enfurece y le exige una explicación, Bufón le dice que, sea cual sea la respuesta que él le dé, el sargento lo golpeará de igual forma. Bufón, como jefe del pelotón no tiene ningún derecho especial y recibe los mismos tratos que sus otros compañeros.

Patoso es quien ejemplifica la transformación que sufren los jóvenes reclutas en ese duro proceso al que los somete el sargento Hartman. Él es gordo, alto, inseguro, tímido y cuando el sargento lo encara, él sonríe como consecuencia de su inseguridad, pero parece que se está burlando. Por esto, Hartman empieza a humillarlo de una forma cruel, tratándolo como si fuera un enfermo mental. Hay varias escenas que muestran esta situación dolorosa a la que se le somete. Podemos mencionar dos: en una de ellas él tiene que permanecer sentado, chupándose el dedo como si fuera un bebé mientras los reclutas hacen flexiones de pecho. En otra escena, Patoso marcha en último lugar en el pelotón con el dedo en la boca, nuevamente como si fuera un bebé, y con los pantalones caídos, lo que le impide de ir al ritmo de sus compañeros.

Esta situación no provoca risas en el espectador pues las escenas son duras y no hay ningún tipo de humor. Se ve la incapacidad que tienen los jóvenes de defenderse: son vulnerables al autoritarismo de la institución militar que solo quiere “marines” que sean capaces de destruir al enemigo, sin ningún otro tipo de emoción.

La situación de Patoso es tan crítica que Hartman, no por compasión sino como una forma más de humillarlo, le designa a Bufón como responsable de Patoso. Entonces, él tiene que enseñarle a hacer todo: se lo ve cómo le enseña a lustrar las botas, a limpiar el arma, a vestirse, a hacer los ejercicios físicos. Las pocas veces que ambos conversan, se ve a un Bufón “humano”: delicado, dedicado y paciente.
Nacido para matar
Sin embargo, esta situación llega a su momento más tenso cuando Bufón tiene que vencer su “debilidad humana” para sobrevivir entre los reclutas: en una inspección de rutina, el sargento Hartman descubre que Patoso ha escondido un dulce en su equipaje y que come fuera del horario regular. Entonces, Hartman decide castigarle al pelotón, porque les acusa de que no han sido capaces de enseñarle las reglas a Patoso. Por tanto, el sargento le obliga a Patoso a que se coma el dulce mientras les castiga a sus compañeros. Esta acción provoca la ruptura entre Patoso y el resto del pelotón; por tanto, una noche el pelotón decide darle una lección a Patoso y Bufón se ve obligado a participar en el suceso.
El pelotón es castigado frente a Patoso
Patoso está durmiendo en la litera cuando Bufón, con una toalla, le tapa la boca con fuerza; al mismo tiempo, dos compañeros lo inmovilizan con fuerza, usando una cobija, mientras tanto, todos los integrantes del pelotón, inclusive Bufón, le golpean con mucha fuerza en la barriga con un pedazo de jabón envuelta en una toalla. Solo se escuchan los quejidos desesperados de Patoso que no puede defenderse y los golpes crueles de sus compañeros.

Como consecuencia de eso, Patoso cambia totalmente y se vuelve más introvertido. Empieza a hacer las actividades mucho mejor, desarrolla una habilidad extraordinaria para disparar y pierde el sentido total de la vida. Por eso, la primera parte finaliza con el asesinato de Hartman y el suicidio de Patoso.
Patoso perdió el sentido de su vida
Vale la pena resaltar en esta primera parte, un trecho del “creo del fusilero” que los reclutas deben recitarlo: “Este es mi fusil; hay otros muchos pero este es el mío. Mi fusil es mi mejor amigo y es mi vida; tengo que dominarlo igual que me domino a mí mismo. Sin mí, mi fusil no sirve, sin mi fusil, yo tampoco sirvo. Tengo que acertar con mi fusil; tengo que disparar al enemigo que quiere matarme; tengo que darle antes de que me dé a mí. Lo haré....”

Patoso y Bufón
El “credo del fusilero” es un resumen de lo que se espera de los marines y para eso deben perder por completo cualquier rasgo de su humanidad.

El credo del fusilero
Segunda parte.

La segunda parte de Nacido para matar dura pocos minutos y la historia sucede en Vietnam, a donde Bufón ha ido como corresponsal de guerra de los marines y trabaja en el periódico militar Barras y Estrellas.

Esta segunda parte, que dura pocos minutos, sirve para que conozcamos cuál es la situación de Bufón, quien aún no ha ido al campo de batalla y se dedica a su trabajo, como dice su jefe, que es manipular la opinión pública, inventando noticias falsas, que es lo que “el público” quiere saber: soldados norvietnamitas que desertan, la reconstrucción del país con la ayuda de los soldados estadounidense, combates victoriosos, etc.
Bufón y Rompetechos en Vietnam
El Bufón que vemos aquí es irónico, sarcástico y se burla de todo. Las escenas que muestran son de las reuniones con su jefe y los otros integrantes del periódico, paseos por la calle donde ve a una prostituta, con quien regatea el precio, cómo le roban a su compañero de trabajo la cámara de fotos, y la visión que tiene de Vietnam se resume en la siguiente frase: “Estamos aquí para ayudarles y cuando pueden, nos joden”. Es una visión estrecha de lo que sucede y que tomará otra dimensión en la tercera parte de la película.

La dualidad: nacido para matar vs paz y amor.

Bufón usa en su uniforme el símbolo hippie de paz y amor al mismo tiempo que en su casco está escrito: nacido para matar.

Esta es la dualidad no sólo de él, sino lo que Kubrick nos deja al final de la película: los marines son entrenados para que sean crueles, fríos, precisos y que, de alguna forma u otra, disfruten cumpliendo con su obligación: matar al enemigo; sin embargo, hay algo de “humano” que algunos marines no lo pierden por completo.
Vaquero al mando del pelotón
Una parte de esta crueldad se ve cuando Bufón, junto con un fotógrafo, Rompetechos, son enviados al frente de batalla para registrar lo que está sucediendo, justo cuando se da la famosa “Ofensiva del Tet” (enero de 1968 y que cambiará el curso de la guerra del Vietnam). Los dos vuelan en un helicóptero en el que está un marine que dispara con su arma a cualquier vietnamita (hombres, mujeres, niños) que aparece, pues todos son sospechosos y, mientras lo hace, cuenta con orgullo la cantidad de muertos que él tiene (más de cien) ya que “todo lo que se mueve es un vietcong; todo lo que esté quieto es un vietcong disciplinado”.
Fusilero matando a cualquier vietnamita
En el frente de batalla, Bufón intenta localizar a su antiguo compañero de instrucción, el Vaquero. Durante una serie de escenas acompañamos la situación en la que viven los marines en relación a su trabajo que están cumpliendo. Una de estas escenas, verdaderamente grotesca, es cuando los soldados están sentados en el suelo y cada uno pronuncia una serie de palabras ante los cadáveres; incluso, hay un soldado del vietcong muerto, sentado, como si estuviera fumando, del cual se burlan. Es una escena que muestra el sentir de los soldados en relación a sus enemigos, a sus creencias y a la propia a la muerte.

Después de una serie de eventos militares, el pelotón, ahora bajo el mando del Vaquero, pues su superior ha muerto, se equivoca de dirección y cae en una emboscada. Un francotirador, estratégicamente, les ha cerrado el paso en una serie de edificios en ruinas y elimina a un soldado. El Vaquero solicita ayuda por radio, pero no le atienden a su pedido y otro soldado intenta ayudar al compañero caído. Los minutos que viven ese instante son angustiantes pues, por un lado Vaquero intenta salvar la vida de todos y quiere retroceder, pero por otro lado no sabe cómo rescatar a los dos soldados caídos.
Nacido para matar - Paz y amor: la dualidad de Bufón
A pesar de los cuidados, la situación del pelotón es de extremo peligro frente a la posición privilegiada del francotirador quien, con un disparo preciso alcanza a Vaquero, que muere entre espasmo en los brazos de Bufón.

Finalmente Bufón ve la muerte, que tanto quería ver, en sus propias manos.

La acción continúa hasta que Animal localiza el lugar exacto donde está el francotirador, que es una mujer, y Bufón y Rompetechos consiguen llegar a lugar preciso donde ella está. Bufón intenta matarla, pero su arma no le funciona y Rompetechos le hiere mortalmente a la francotiradora, que no muere y pide, en su lengua, que la maten, pues está sufriendo mucho.

Este es el momento crucial del Bufón. Lo volvemos a ver en la dualidad. Él quiere que le maten a la mujer para que no sufra, pero los otros soldados quieren dejarla tirada en el suelo, herida, sangrando, para que muera sufriendo, después de todo ella mató a tres soldados. Bufón se ve obligado a tomar una decisión y se transforma, finalmente en el primer chico de su barrio en tener una muerte vietnamita certificada.

Pero cabe formular una vez más la pregunta: ¿lo mató por compasión o por venganza?

Nacido para matar es una película obligatoria que le seduce al espectador, inclusive a aquel que no le gusta el cine bélico, puesta esta obra de Kubrick, cinematográficamente es de excelente calidad y, filosóficamente, es una denuncia que no pierde su vigencia en los días de hoy y que, probablemente, conforme avancen los años, por el camino que vamos, continuará valiendo aunque el frente de batalla sea en otras regiones.

Texto original de Patricio Miguel Trujillo Ortega.

Queda prohibido la reproducción total o parcial del texto en cualquier medio sin la autorización escrita del autor.

19 de janeiro de 2013

A mi madre le gustan las mujeres



A mi madre le gustan las mujeres. Comedia. 93 minutos. 2002. España.

Con: Leonor Watling, María Pujalte, Silvia Abascal, Rosa María Sardá, Eliska Sirová.

Dirección: Inés París y Daniela Fejerman.

A mi madre le gustan las mujeres es una de las mejores comedias españolas de los primeros años de este siglo no solo por ser una obra dinámica y algunos personajes interesantes, sino también por la valentía de tratar un tema familiar tan complejo –el lesbianismo- de una manera sencilla y, al mismo tiempo, profundo.

Es verdad que la película tiene una influencia muy obvia de las llamadas “comedias románticas” estadounidense; mas esto no le quita la calidad, aunque es verdad que le resta puntos porque, lamentablemente, usa, sin abusar, en algunos momentos los típicos “estereotipos” del cine de los Estados Unidos tanto en personajes como en situaciones, lo que le empobrece a la obra, que tenía todo para ser fantástica.

A pesar de que estas últimas observaciones no son cien por ciento optimistas, vale la pena insistir diciendo  que A mi madre le gustan las mujeres es una película buena que hay que verla y analizarla.

Empecemos hablando sobre el lesbianismo.

El título de la película ya nos dice todo, pero es tramposo. Sin embargo, es una trampa bien preparada que las directoras supieron llevarla muy bien. ¿Por qué?
Jimena, Elvira y Sol en la casa de Sofía, la mamá
Aunque es verdad que la mamá protagonista (Rosa María Sardá) de la película se descubre lesbiana y vive una relación de pareja con otra mujer, la obra no discute el lesbianismo: no lo cuestiona ni lo manipula ni lo juzga. En verdad, el lesbianismo de la mamá es simplemente el punto de partida para que su familia resuelva sus propios problemas; o mejor dicho, para que sus hijas descubran lo que son y lo que quieren en la vida, sin importar cuál es el sexo preferido de la mamá.

La reacción de cada una al saber que a la mamá está enamroada de una mujer
Por eso es interesante afirmar que la trampa que las directoras nos tienden está bien montada porque la mayor parte de los 93 minutos que dura la película, no acompañamos el desarrollo de la vida sexual y/o emocional de la mamá (ya que ella está segura de lo que ella es y está muy feliz viviendo intensamente ese momento de su vida), sino los dramas de sus hijas que no tienen nada que ver con la sexualidad de su madre, sino con ellas mismas.

Los principales personajes de  A mí madre le gustan las mujeres son mujeres: Sofía, de más de cincuenta años, divorciada desde hace mucho tiempo, es madre de tres mujeres que ya son adultas. Ella es una pianista famosa y hace poco tiempo ha empezado a vivir con Eliska, una joven pianista checa que ha ido a España a estudiar con una beca. Ambas mujeres viven en la casa de Sofía. Las pocas veces que se las ve juntas en la película, son cariñosas, gentiles, discretas en su comportamiento (es decir, no hay ningún tipo de escena sexual explícita o semi explícita). Inclusive, no se la ve besándose “desenfrenadamente” como es típico en las “comedias románticas”.
Elvira y sus confesiones neuróticas
A pesar de las diferencias de edad, se percibe desde el principio que hay un amor auténtico entre ellas y mucho respeto y consideración mutua. Sofía sabe que a sus hijas les choca la noticia de que a ella ahora le gustan las mujeres, pero no se preocupe en tratar de convencerlas de lo que ella está haciendo. Sofía es una mujer adulta y sabe lo que hace y no debe dar ninguna explicación extra a nadie. Al contrario, se esfuerza para que sus hijas y Eliska se lleven bien.

Jimena es la hija mayor de Sofía. Está casada, tiene un hijo y su relación con su marido no está bien. Cuando se entera que su mamá es lesbiana, tiene mucha dificultad en aceptarlo. Ella dice: “Yo no tengo nada contra los gays y las lesbianas, de verdad; pero a su edad... Ya podía sentar un poco la cabeza. (...) Es nuestra madre. ¡Sí, hasta tiene un nieto!” Conversando con sus hermanas, piensa que su mamá es una egoísta que solo está pensando en ella misma.

Como se puede percibir, Jimena es una mujer conservadora e hipócrita porque afirma que no tiene nada contra las lesbianas, siempre y cuando eso no le afecte. Es la típica persona que declara públicamente ser “tolerante”, pero que en verdad piensa lo contrario.

Sol es la hija menor y la más liberal de las hermanas. Piensa que no hay ningún problema que a su madre le gusten las mujeres y defiende la bisexualidad. Se nota por sus actitudes y expresiones que sus palabras son auténticas y que ella vive tal como piensa. Sin embargo, no acepta totalmente la situación de su madre porque afirma que a Sofía siempre le han gustado los hombres.

A pesar de esta contradicción, es la que más celebra la situación de su madre y lo hace componiendo una canción (ella es cantante y tiene un grupo de rock) que la interpreta en un concierto, al que por cierto va toda su familia. Esta canción-tema de la película es uno de los momentos más graciosos de la obra. Parte de la canción dice:

                        Hoy les quiero presentar
                        a la novia de mamá;
                        me quise suicidar
                        cuando me dijo que tiene una mujer
                        lamiéndole el vientre.
                        A mi madre le gustan las mujeres...
                        Vamos todas a bailar
                        con la novia de mamá..

Sol cantando "a mi madre le gustan las mujeres"
Elvira, interpretada magníficamente por Leonor Watling, es la hija del medio y totalmente neurótica. La película se centra en ella. Como dijimos al principio, el título de la obra nos engaña si creemos que vamos a ver la historia de Sofía y su novia, porque en verdad lo que el público presencia es la neurosis de Elvira y el drama que hace cuando se entera que su mamá es lesbiana.

Elvira es la neurótica más guapa, graciosa y divertida del cine español. Es un personaje muy bien construido y acapara las mejores escenas de la película. Es un personaje que se mantiene coherente a lo largo de la obra e, incluso, cuando al final es ella la que soluciona el problema que ella misma lo creó, lo hace con la madurez y la neurosis que se espera de ella.

Por tanto, hablar de A mi madre le gustan las mujeres es hablar de Elvira y su drama de ser mujer.

Después que Sofía les cuenta a sus hijas, que fueron a la casa de ella a celebrar su cumpleaños, que está enamorada de una mujer, Elvira entra en una crisis neurótica total. Dice que va a asumir que su mamá es lesbiana, pero no consigue hacerlo. A su terapeuta le confiesa que como a ella le va mal con los hombres, ahora tiene miedo de que también  le empiecen a gustar las mujeres, como a su mamá. Al mismo tiempo, está desesperada porque no tiene dinero para dedicarse a lo que más le gusta, que es escribir; además, trabaja en una editorial que tiene problemas financieros y su jefe no la valora. Las palabras de Elvira son claras: “no tengo dinero, no tengo tiempo para dedicarme a escribir, no tengo autoestima y ahora, tampoco tengo identidad sexual”.

Sin embargo, Elvira es una mujer fuerte y según su terapeuta todo le da miedo por lo difícil que es su relación con su madre. A partir de ahí, hay una serie de escenas en las que Elvira intenta encontrar su identidad y lo único que consigue demostrar es que es totalmente neurótica.
Elvira y Miguel
La primera escena que comentamos es cuando ella va con su jefe a un restaurante para conversar con un escritor famoso, Miguel. El jefe le pide a Elvira que no pida nada caro porque la situación económica de la empresa no es buena. Durante la reunión, Elvira, para desquitarse del jefe por la forma en cómo él la trata, le critica, se burla de él y pide los platos más caros; además, afirma que no ha leído nada de lo que Miguel ha escrito. Luego se va de la reunión histérica, pero en medio del camino encuentra la forma de volver donde está Miguel y confesarle que sí ha leído todo lo que él ha escrito y que le encantan sus obras.

Elvira es contradictoria, fuerte, sensible y muy graciosa.

Esa misma neurosis la vemos cuando ella va a la casa de su madre a pedirle que le preste dinero para poder dedicarse a la literatura, un consejo que le dio su terapeuta porque sería una forma de autoafirmarse ya que asumiría el compromiso de pagarle a su madre esa deuda.

Elvira
Sofía le dice que no puede darle nada porque ya se lo ha prestado a Eliska para que resolviera los problemas de la beca con la que fue a España. Elvira se va, pero Eliska le da un pedazo de pastel que ha preparado ese día. Elvira se ve obligada a aceptar el pastel para no herirle a su mamá y al salir de la casa, lo tira en un basurero. Camina unos pasos, y enseguida regresa, arrepentida, para sacarlo de la basura y llevárselo. El sentimiento de culpa que tiene por todo y por todos es interpretado por Leonar sin exageraciones. Su neurosis es natural.

Y así podemos ir enumerando una serie de escenas, cada una más graciosa que otra, sobre los conflictos que vive Elvira, como por ejemplo, cuando se encuentra con su papá y sufre al explicarle que su mamá tiene una novia. Es divertido ver la agonía por la que ella pasa al contar un hecho que su papá lo toma con una naturalidad total. El contraste padre-hija es formidable.

Hasta ese momento (ya ha transcurrido la primera media hora de la película) la relación de Sofía y su novia va por buen camino; sin embargo, surge un conflicto que pone en peligro la relación de las dos mujeres. Las hijas de Sofía deciden montar un plan para separar a la pareja. Ellas creen que Eliska se está aprovechando de su mamá y que Sofía, como está enamorada, está ciega y no ve lo que pasa a su alrededor. La idea de las hermanas es montar una trampa para demostrar que  Eliska es una mujer falsa.

Ellas quieren que Eliska sea seducida por otra mujer para mostrarle a Sofía cómo ella la ha engañado. Jimena dice: ¿vamos a buscar una lesbiana para que seduzca a la novia de nuestra madre?
Sol con sus hermanas en un bar de lesbianas
La preparación de esta confabulación familiar es muy graciosa por la forma como se dan los diálogos que revela la personalidad de las tres hermanas: la extrema neurosis de Elvira, los prejuicios sexuales de Jimena, que continúa afirmando que no tiene ningún problema con las lesbianas y la vida liberal y desordenada de Sol.

Sol intentando "seducir" a Eliska
El único problema es que ellas no consiguen lo que se proponen y, al contrario, se agrava la situación de Elvira que, a esa altura está enamorada del escritor Miguel y, gracias a sus dramas, su relación fracasa.

Las confesiones que le hace Elvira a su terapeuta son divertidas y un buen ejemplo de neurosis. Elvira le dice al psiquiatra que sus hermanas le han pedido que seduzca a la novia de su mamá porque tal vez se dieron cuenta que la parte lesbiana que ella tiene se siente atraída por Eliska. Está convencida de que es el principio y está desesperada porque huye de Miguel, el hombre que le gusta y acaba de soñar con una compañera de la escuela, cuando tenía 5 años, y le ha visto las bragas. Por eso, cuando se encuentra con Miguel en el lanzamiento de un libro y él le pregunta qué le apetece, ella responde desesperadamente: “un polvo; un polvo muy masculino y salvaje”.
Elvira, borracha, besa a Eliska
Aparentemente Elvira piensa que su problema está relacionado con su sexualidad, solo que ese es su pretexto porque, en primer lugar, ella no es lesbiana y en el fondo no le incomoda la homosexualidad de su madre; su problema es su inseguridad. Tiene miedo de mostrar sus emociones. Se siente juzgada, oprimida; es pesimista, no se valora y está comparándose siempre con los demás. Todo esto se resume en las palabras que le dice su padre: “solo te falta valor para ser tú misma”.

Y eso es lo que Elvira tendrá que hacer: encontrarse con ella misma, sin medio de ser lo que ella es. Y se verá obligada a hacerlo porque por culpa suya termina la relación de Eliska y su madre y, como consecuencia, Sofía cae en una profunda depresión. Entonces, tanto Elvira como su hermana se ven obligadas a buscar la manera de volver a unir a la pareja cuando comprenden que las dos mujeres se aman y que tienen derecho de vivir su relación como ellas quieren, sin la interferencia “proteccionista” de las hijas.

Sofía deprimida por el fin de su relaicón con Eliska
Solo cuando Jimena, Elvira y Sol se dan cuenta de eso, es que ellas pueden encontrarse consigo mismas. Porque el problema no es la mamá lesbiana; el problema son ellas: Elvira y su neurosis; Sol y la falta de madurez para salir definitivamente del hogar materno y vivir como adulta y Jimena que necesita resolver sus propios problemas matrimoniales.

Y este es el aporte valioso de A mi madre le gustan las mujeres. Sofía, como mujer, tiene derecho de amar a quien ella quiere y, como persona adulta, hace sus mejores opciones. Sus hijas no pueden intervenir y decidir lo que ella debe hacer simplemente porque no comparten las mismas ideas que, en este caso, no es el homosexualismo (que es un pretexto) sino la inmadurez, la dificultad de ser adultos, de caminar con sus propios pies. Cuando lo hacen se dan cuenta que a la madre de ellas realmente le gustan las mujeres. ¡Y es feliz!
Sol, Elvira y Jimena intentan convencer a Eliska de que vuelva con Sofía
La reconciliación
La película trata la historia de una forma sencilla, sin mucha profundidad psicológica y/o social. Los conflictos que se dan entre los personajes son bastante obvios, aunque hay mucha originalidad en la forma en que se los resuelve. Como es una comedia, que no llega a ser “romántica” y sí “neurótica”, todos los conflictos se resuelven y hay un final feliz para todos. Y lo bueno es que el propio final feliz es original y nos sorprende con un humor de buen gusto.
La boda: una de las mejores escenas
A mi madre le gustan las mujeres: final feliz
Lo único malo que realmente debemos destacar son los estereotipos que la película tiene en más de una oportunidad, tal vez como influencia del cine estadounidense, como lo mencionamos al principio. Son escenas que ya han sido vistas miles de veces y que no aportan nada en absoluto y, lamentablemente, continúan siendo usados. Lo más trágico es que la gente continúa viendo esas escenas y riéndose de algo que, de gracioso no tiene nada. Vamos a mencionar algunos de los estereotipos patéticos, sin entrar en los detalles, que hay en esta película y que el espectador las encuentran en muchas otras: cuando Sofía, Eliska y las tres hermanas pasean juntas en bicicleta y la mamá es la que está en mejores condiciones físicas, a pesar de los comentarios sarcásticos de las jóvenes; la forma en que Elvira intenta evitar que Sol seduzca a Eliska; los besos y abrazos desesperados que empiezan apenas entran al departamento de Elvira... Y así podríamos mencionar más...

Sin embargo, insistimos al decir que la película es muy buena y merecidamente ganó algunos premios: recibió tres indicaciones al Premio Goya en las categorías de mejor actriz (Leonor Watling), mejor director novato y mejor banda sonora. Ganó el premio de mejor actriz (Leonar Watling) en el festival de Cartagena y el premio del público y de mejor actriz (Leonor Watling) en el Festival Hispánico de Miami.

Texto original de Patricio Miguel Trujillo Ortega.

Está prohibida la reproducción total o parcial del texto en cualquier medio sin la autorización escrita del autor.