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Patricio Miguel Trujillo Ortega


22 de maio de 2011

Le Petit Nicolas - O Pequeno Nicolau

Le Petit Nicolas – O Pequeno Nicolau, França, 2009. Comédia.

Con: Valérie Lemercier, Kad Merad, Sandrine Kiberlain. 

Dirección: Laurent Tirard.

O Pequeno Nicolau es una de esas películas que uno no se olvida fácilmente. Después de verla por primera vez, nos quedamos con la sensación de habernos divertido a lo grande y los personajes, excelentemente interpretados, nos recuerdan que la vida puede ser así: sencilla y linda; complicada y maravillosa; con un poco de amor y mucha pasión; algo de ingenuidad, otro de sufrimiento; mas todo se resume en la alegría de vivir.


O Pequeno Nicolau es una hermosa película francesa bien adaptada libremente de un gran libro de la literatura infantil de los años sesenta firmado por René Goscinny (uno de los autores del inmortal Ásterix) y Jean-Jacqués Sempé. Uno de los elementos claves de esta película es que se respetó la visión de la obra literaria original: la historia es narrada desde el punto de vista del niño. Sus sueños, sus miedos, sus ambiciones, sus frustraciones. Todo lo que forma parte de la vida, pero como la ve un niño.

Y es esta visión tan fresca de la vida que hace de O Pequeno Nicolau, como película, una obra cinematográfica para celebrarla; no solo por su guión bien hecho, sino porque los componentes de la historia son reales, aunque estén ambientados entre los años 50 y 60, lejos de los estereotipos de películas similares hechas en otras latitudes, donde los niños se destacan por las extravagancias y “genialidades” absurdamente exageradas y ridículas y, muchas veces, al presentar películas de “niños” con comportamientos de adultos.

Nicolau vive con sus padres y es él quien nos cuenta la historia en la que participan sus progenitores y, fundamentalmente, sus compañeros de la escuela: Alceu, que solo piensa en comer; Rufino, que hace y habla muchos disparates; Clotario, el chico más burro de la escuela; Eudes, a quien le encanta golpear; Agnaldo, el que sabe todo y al que nadie le puede pegar porque usa anteojos; Godofredo, cuyo padre es millonario y, Joaquim, quien sin querer, da inicio a la confusión en que se transforma la vida tranquila que tiene Nicolau.

Un día, Joaquim les cuenta a sus compañeros de la escuela cómo su vida se volvió un infierno desde que nació su hermano: a éste se le permite llorar a gusto mientras que a él no le dejan hacer nada. La historia que les cuenta a sus compañeros se resume en que desde la llegada de su hermano, todo cambió en su casa porque el bebé es el preferido; por eso, los amigos de Joaquim llegan a la conclusión de que a éste le puede pasar lo que le sucedió a Pulgarcito: ser abandonado por sus padres. Por todo esto, Joaquim no está feliz con la llegada de su nuevo hermano y piensa que lo mejor hubiera sido que le regalaran una bicicleta.

Un día, cuando los papás de Nicolau están conversando sobre la necesidad de invitarle a cenar al jefe del papá para intentar conseguir un aumento de sueldo, esperado desde hace mucho tiempo; Nicolau llega a la casa y escucha parte de la conversación, justa aquellas frases –fatales- en las que la mamá se pregunta “qué van a hacer con Nicolau”, porque él no podría estar en la cena. Al escuchar la respuesta de su papá, Nicolau hace su propio raciocinio y recuerda la historia de Joaquim y su nuevo hermano, y llega a la conclusión de que su mamá está embarazada y que con la futura llegada del nuevo hermano, a él ya no lo quieren y lo abandonarán, tal como lo hicieron los padres de Pulgarcito.

Vale decir que este poder imaginativo de Nicolau tiene una razón “lógica” de ser. Cuando Joaquim les cuenta a sus compañeros cómo descubrió que iba a tener un hermano, les narra los cambios que hubo en casa, como el hecho, por ejemplo, de que su padre estaba más gentil con su mamá y que, incluso, ayudaba a sacar la basura, etc. Entonces, cuando Nicolau ve que su papá (que se pone de mal humor con mucha facilidad y que, a pesar de tener una buena relación con su esposa, siempre están discutiendo) está feliz y saca la basura a la calle, junta las piezas del rompecabezas y llega a su propia conclusión: va a perder su lugar en la casa para su nuevo hermano.

Con mucho humor y realismo, vemos cómo Nicolau pide ayuda a sus compañeros y estos, solidarios, hacen de todo para que los papás de no abandonen a su amigo.

Con humor porque cada uno de los intentos de los niños para lograr su objetivo, el tiro les sale por la culata, en situaciones graciosas, nada exageradas y hechas con una mentalidad netamente infantil.

Y con realismo porque es de los niños creer como verdad lo que sus amigos de la escuela dicen que es verdad, y más aún en una sociedad y una época en la que los padres no sabían dialogar con sus hijos y el respeto, muchas veces, se lo conseguía a través del miedo o del castigo.

Y esa es la sociedad en la que vive Nicolau: los años cincuenta y sesenta del siglo pasado; por eso, es lógico que, en la mayoría de los casos, cuando hay un problema, los niños busquen a sus amigos para que los ayuden a solucionarlo; por lo tanto, las críticas, que he leído, en las que comentan que esta parte de la película es “estereotipadas”, se olvidan de este simple y elemental detalle. No es por nada que el guión se mantiene fiel a la época en que fue publicado del libro. Si la película hubiera sido ambientada en los años de la actualidad, mucho del humor que nos cautiva en O Pequeno Nicolau no tendría sentido.

Los amigos de Nicolau parten en una gran aventura de creatividad, iniciativa e ingenuidad infantil.

El primero propósito es convencer a los papás de Nicolau de que no lo abandonen; de que su presencia es útil, para eso deciden todos ayudar a su amigo a limpiar y ordenar su casa para que, cuando lleguen los papás, vean cómo Nicolau es bueno; pero, en lugar de arreglar la casa, la transforman en un caos total; entonces, sin darse por vencidos, parten para el segundo objetivo: hay que eliminar al futuro hermano.

¿Cómo hacerlo?

La solución más sencilla, inspirados en lecturas e historias escuchadas, es contratar a un criminar “profesional” para que rapte al hermano de Nicolau (hermano que aún no sabemos si existirá o no). Solo que para eso necesitan mucho dinero y, como no lo tienen, organizan una serie de actividades “lucrativas” que solo les causa problemas en las calles, en la escuela y en sus casas.

Mas, uno de los puntos optimistas en estas “hazañas” fracasadas de los chicos, es el espíritu de solidaridad que hay en esa pequeña sociedad llena de personalidades tan diferentes: el glotón, el inteligente, el burro, el tímido, el rico, el violento, etc.

Estos niños, con su personalidad definida, se pelean con mucha facilidad, mas tienen algo en común que es mucho más importante para ellos: la amistad. Y consiguen superar sus diferencias porque sienten que deben solucionar los problemas existenciales del pequeño Nicolau.

Vale resaltar que los diálogos de los niños son rápidos, ágiles; el humor es espontáneo y nos contagia porque nace sin ninguna premeditación. Nace de cosas sencillas y rápidas, como es la vida de un niño: sencilla, rápida, emocionante. Este humor está presente no solo en las aventuras de los niños por ayudar a su amigo, sino también en la escuela, en la relación de los niños con su profesora, con el inspector, con el director.

Otro elemento característico de la película, además de los que hemos mencionado, es el color. O Pequeno Nicolau está hecha con colores vivos, dinámicos que transmiten la pasión de los niños por la vida y cumplen un elemento importante en la construcción de la historia.

Por otro lado, hay que destacar que la película no se queda solo en las aventuras y confusiones graciosas en las que se meten los pequeños. Con ellos conocemos también la escuela de los años cincuenta y sesenta. Una escuela sólo para varones, con una educación rígida donde prevalecen los castigos, las sabatinas, la memorización, pero con la dulzura de la profesora y la amistad y felicidad de los niños.

La relación de los padres de Nicolau también es muy interesante. La mamá que es la típica ama de casa de los años cincuenta y sesenta y el papá que intenta imponer sus deseos, sin conseguirlo totalmente.

O Pequeno Nicolau es una película para toda la familia. Vale la pena verla y rescatar dos elementos que hemos insistido a lo largo de estas páginas: la alegría de vivir y la ingenuidad del mundo infantil que no puede desaparecer: un peligro muy serio en nuestros días con esa tendencia desenfrenada de querer acelerar las etapas de los niños para el orgullo egocéntrico de sus padres.

Texto original de Patricio M. Trujillo O.

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