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Patricio Miguel Trujillo Ortega


31 de dezembro de 2014

Groβe mädchen weinen nicht – Big Girls don’t cry - Las niñas grandes no lloran



Groβe mädchen weinen nicht – Big Girls don’t cry - Las niñas grandes no lloran.  Drama. 2002. 91 minutos. Alemania.

Con Ana Maria Mühe, Karoline Herfurth, Josefine Domes.

Dirección de Maria von Heland.

“A veces, todo apesta pero hay que seguir adelante”

La vida de los adolescentes no es tan fácil como parece y, tarde o temprano, ellos intentan solucionar todos los problemas que tienen; solo que no se puede solucionar todo; no obstante, cuando se llega a esta verdad, muchas cosas buenas y malas se han quedado en el camino. Algunas solucionadas, y otras, más complicadas aún de lo que estaban al principio.

Y frente a esta realidad de la vida, prácticamente no se puede hacer nada: cada uno aprende a partir de sus experiencias.

Las niñas grandes no lloran (Big Grils don’t cry) es una excelente película alemana que retrata, justamente, esta dificultad de ser adolescente. Aunque este no es un tema novedoso, la holandesa Maria von Heland, que escribió y dirigió la película, consigue, no solo ser original, sino crear una obra de calidad con personajes reales, bien diseñados, evitando estereotipos y moralismos, ubicados en una Berlín contemporánea, aún con sus diferencias pos unificación, que impactan porque muestran la ambigüedad que representa el mundo juvenil: la dureza y la falsa seguridad frente a la fragilidad de la vida.
Steffi y Kati

Las niñas grandes no lloran es más que un drama de adolescentes y/o de adultos: es una obra en la que se conjugan los miedos, las carencias afectivas, los sueños, la rebeldía, la madurez: elementos que se unen en un mundo explosivo que, sin control, puede provocar pérdidas irreparables.

De la alegría a la rebeldía.-

Kati y Steffi son dos adolescentes de 17 años que son inseparables desde cuando se conocieron, a los 4 o 5 años de edad. Estudian en la misma escuela, en la misma clase, salen juntas a divertirse y básicamente sus conflictos de adolescentes son los mismos: son jóvenes, les interesan los chicos, las fiestas y la sexualidad está a flor de piel. Esta última retratada desde los primeros minutos, cuando ambas están escondidas, espiando a los chicos del colegio que se bañan desnudos en el vestuario masculino, y ambas comentan qué es lo que más les agrada de lo que ven. Y más específicamente en el hábito de Kati de fumar mucho, porque cree que cuanto más lo hace, sus senos, que son grandes, crecerán menos.


En la escuela, ambas chicas son atrevidas con la autoridad, representada en el profesor, a quien lo desafía con la mirada, el tono de voz y la arrogancia. En los primeros minutos, un profesor, que está explicando la materia, le llama la atención a Steffi porque está conversando y le pregunta de qué está hablando con su compañera. Ella, de manera mordaz responde en pocas palabras: “de sexo”. Y en esa misma clase, cuando el profesor le pide a Kati que se cambie de lugar para que no converse con su amiga, y como ella no quiere hacerle caso, él le dice: “o lo haces, o te vas de clase”. Sin pensar dos veces, Kati se levanta, coge sus cigarrillos y se dirige hacia la puerta.

En sus respectivos hogares, la vida familiar de ambas muchachas va por caminos diferentes. La madre de Kati es una mujer religiosa, conservadora, impaciente e intolerante con las actitudes de su hija. No le gusta que ella se maquille, use ropas pequeñas y que regrese a altas hora de la noche. Tiene miedo de lo que le pueda pasar algo malo a su hija. Pero ella no controla sus preocupaciones y pierde la calma con facilidad. “Pareces una ramera” le dice cuando la ve maquillada y la puerta para el diálogo “madre-hija” está cerrada. El comportamiento de la madre es casi histérico porque quiere tener el control total del hogar, mas no consigue hacerlo. Hay dos escenas, una cómica y otra dramática que muestran esta situación.
Kati y su familia
En la primera, Kati se pone a rezar con su hermana menor mientras se escuchan los gritos histéricos de sus padres que están peleando. La oración termina: “ y haz que se divorcien lo más rápido posible”. La otra situación es cuando la madre le quita a Kati todas sus ropas “indecentes”, incluso las que usa ese momento, a la fuerza, porque cree que de esa manera la está protegiendo “del mundo”.

Mientras tanto, el hogar de Steffi parece ser “normal” y feliz. El ambiente que se respira en esa casa parece ser de gran armonía, con una hija que se relaciona con naturalidad y espontaneidad con sus padres que, al mismo tiempo, tienen una buena relación entre ellos.
 
Steffi y su madre
Hasta aquí parece que nos encontramos con una historia común de adolescentes y los dramas cotidianos a los que estos deben enfrentarse; y más aún, porque Maria von Heland  empieza la película con una escena con la que parece decirnos precisamente eso: mientras aparecen en la pantalla los créditos iniciales, vemos a dos jóvenes que saltan en una cama elástica felices de la vida. Ellas son alegres, no tienen preocupaciones y parece que la vida es eso. La escena es demorada, con un bello juego de colores oscuros, en los que predominan muchas veces las sombras.

Sin embargo, Maria von Heland le engaña al espectador: esa felicidad es más frágil de la que uno puede imaginarse.

De la ira al descontrol total.-

Las niñas grandes no lloran da un giro drástico cuando las dos amigas ven al padre de Steffi en una discoteca, abrazando y besando de manera exagerada a una mujer que no es su esposa.
El padre de Steffi y su amante, Jeanette
Steffi se siente traicionada y nace en ella un deseo de venganza. Si ella ya era rebelde por la edad, ahora sus emociones cobran una fuerza inesperada y la ira que tiene hace que quiera vengarse no solo de su padre, sino también de la amante de esta. Y al querer vengarse, pierde la noción de sus acciones, se deja dominar por las emociones descontroladas y su rabia cae en la hija de la amante de su padre, Tessa, una joven que aspira a ser cantante.

A pesar de que Kati le aconseja a no hacerlo, Steffi le trata a Tessa como si ella fuera la culpable del fracaso matrimonial de sus padres. De esta manera, no le importa lo que le pueda pasar a Tessa y la envía a la “boca del león”. La actitud de Steffi es de pura maldad y no se arrepiente, incluso cuando se entera de que Tessa hubiera podido ser violada y asesinada.
Kati, Steffi y Tessa
Además, Steffi se pierde en los laberintos de un mundo nocturno donde no hay noción de valores, responsabilidades y límites sociales y humanos. Ella se desmorona hasta llegar a las últimas consecuencias.

Aquí es interesante mencionar cómo la escena inicial de la película nos engaña como espectadores. Decíamos al principio que dicha escena nos daba la idea de que Las niñas grandes no lloran sería una película superficial. En medio de la historia, después que Steffi piensa que ha cumplido su venganza, la vemos a ella y a su amiga Kati viendo una película de cuando ambas eran niñas, muy pequeñas. Una época de amor total e inocencia pura. Solo ellas y el espectador sabe lo que realmente está sucediendo, porque inmediatamente viene la dura realidad, la separación de sus padres y cómo ella pierde la dignidad humana y el sentido de la vida. Ella se arrastra hasta que la última fuerza se le agota.
Tessa: de inocente a víctima

Steffi ya no es una “ángel”, como su padre solía decirle. Steffi le grita a este: “no me llames ángel” cuando descubre que esa misma palabra la utilizaba para hablar con Tessa, su enemiga natural, aunque ella nunca le haya hecho nada malo. Con esta expresión, se rompe la confianza y termina el amor dulce e infantil; al mismo tiempo, es el inicio de la separación del mundo del adulto porque cuando Steffi cae, sus padres, justamente aquellos que deberían estar a su lado, no saben nada de ella porque ellos, también como adultos, no han madurado como deberían haberlo hecho.

Kati y Steffi
De esta manera, al presenciar el drama de la joven de diecisiete años, hay una crítica implícita sobre la irresponsabilidad de los adultos y la participación de estos en la construcción del carácter de los jóvenes.

Las escenas de la decadencia de Steffi son fuertes, no porque la película sea explícita (se la ve consumir alcohol, drogarse, arrastrarse por el suelo, en relaciones sexuales –insinuaciones) sino porque se muestra con realismo cómo una joven que, aparentemente tiene todo a su favor, pierde la vida en un instante y no se puede hacer nada para ayudarla, principalmente porque ella misma no quiere ser ayudada.
 
Las niñas grandes no lloran: Kati
La trascendencia de Yvonne.-

Yvonne es uno de los personajes secundarios que cumple un papel importante en Las niñas grandes no lloran a pesar de que su participación es mínima; sin embargo, su presencia es el punto de partida para presentar algunos de los principales problemas.

Yvonne es compañero de clases de Kati y Steffi y tiene fama de ser una mujer “fácil” con los muchachos de la escuela. Ella decide irse a París para escapar de su casa, porque dice que su padre la maltrata con violencia y su madre no hace nada para defenderla. Para conseguir dinero, Ella va a filmar un video pornográfico con un hombre. Lo único que tiene que hacer es desnudarse y dejar que la filme. Pero el problema es que ella desaparece y la policía empieza a buscarla. Nadie sabe nada de ella, con excepción de Steffi, que sabe el secreto porque la propia Yvonne le contó.
Kati y su obsesión por fumar

Steffi y Carlos
La desaparición de Yvonne abre a la discusión diversos puntos de vista. Los mencionamos de manera aleatoria, sin decir que uno sea más importante que otro. Por un lado está la violencia familiar. No se sabe si realmente Yvonne sufre dicha violencia, pues no hay elementos que confirmen la autenticidad de sus palabras. Por otro lado está la “mala fama” de la chica y la actitud cruel con la que los jóvenes adolescentes se comportan cuando quieren perjudicar a alguien. O, lo que es peor aún, sin querer ser moralistas, la indiferencia que ellos muestran cuando la policía empieza a buscarla y va a la escuela para intentar descubrir si alguien sabe algo de ella. Además, aunque no es un tema que se lo trata directamente, está implícita la cuestión de la pornografía y la red que atrapa a las jóvenes –ingenuas o no-  que simplemente intentan o escapar de sus problemas o ganar dinero con facilidad.
Tessa y Carlos
Aunque no la hemos mencionado mucho, Kati es el personaje que lleva el peso de la película. En ella está la “obligación” de mantener el equilibrio en ese mundo que no lo puede controlar; ese mundo que “apesta” y que está cayéndose a pedazos. Por un lado, como ya lo mencionamos, está su familia desequilibrada; por otro lado, sus propios problemas, primero con la traición de su enamorado, Jochen y luego con el descubrimiento de nuevas posibilidades cuando conoce a Kalus, un joven fotógrafo del cual se enamora. Y no podemos dejar de lado el papel que cumple en la venganza de Steffi contra Tessa.
Kati conoce al fotógrafo Klaus
La venganza no tiene retorno
Kati es un personaje fascinante no porque sea la “sensata” de la película mientras que su amiga Steffi “se pierde”, lo que nos daría la falsa impresión de que Las niñas grandes no lloran es el contraste de opuestos moralistas, sino porque a pesar de que vive en un mundo conflictivo, y participa en la decadencia de su amiga, encuentra fuerzas, en ella misma, para intentar salir adelante e impulsar la reconstrucción de su amiga.
Steffi, su padre y Carlos
Las niñas grandes no lloran

Este drama de Maria von Heland no es una obra moralista ni un drama más de adolescentes contemporáneos. Es una película que habla de la madurez de la adolescencia, de las creencias y de las dudas; retrata con bastante fidelidad el drama de nuestra sociedad en lo que los “límites” parecen desaparecer.

Técnicamente la película está bien hecha. El guion es dinámico; los diálogos son ágiles y la fotografía es buena. La historia está contada de manera lineal y los personajes, como dijimos anteriormente, son reales y creíbles con la actuación impecable de Ana Maria Mühe y Karoline Herfurth que continuarían teniendo éxito en el cine alemán.

Texto original de Patricio Miguel Trujillo Ortega.

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