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Patricio Miguel Trujillo Ortega


30 de novembro de 2014

Die fetten jahre sind vorbei - Los Educadores



Die fetten jahre sind vorbei (Los Educadores). Drama. Alemania. 2004.  127 minutos.

Con Daniel Brühl, Julia Jentsch, Stipe Erceg, Burghart Klaussner.

Dirección de Hans Weingartner.

¿Quién no se sintió alguna vez insatisfecho con el “sistema” en el que vivimos?

¿Hasta qué punto estamos dispuestos a hacer algo para cambiar “ese” sistema que nos parece injusto?

Como es obvio, estas preguntas son retóricas y no vale la pena gastar labia en discursos filosóficos al respecto; sin embargo, estas mismas preguntas aún nos incomodan porque vivimos en una sociedad en la que, aparentemente para unos, y explícita para otros, el grupo que debería ser “rebelde” por naturaleza vive en la apatía porque está rodeado de productos que no necesita, pero los consume porque cree que no puede vivir sin ellos.

Y ese aquí donde entra Los Educadores, una excelente película alemana que hace una reflexión sobre el conflicto natural que se da entre los que aún sueñan en querer cambiar el mundo y aquellos que saben que sus sueños han muerto. Es una película en la que se mezclan las más variadas emociones: la ilusión, la utopía, la apatía, el miedo, el conformismo, la esperanza, la rabia, la impotencia, la preponderancia: un conjunto de emociones versus “el poder” que nos sofoca y nos vuelve (in)conformistas.

Por tanto, Los Educadores es una película que trata, en esencia, de la capacidad de creer que podemos o no cambiar, no solo la sociedad, sino a las personas. Está ambientada en la Alemania próspera del siglo XXI que representa a la sociedad donde los ideales de otras eras han sido sofocados por el consumismo y la ambición materialista; los jóvenes, subversivos y revolucionarios se han olvidado del sueño de querer una “sociedad justa y equilibrada” porque estos sueños ahora se sacian en un centro comercial, donde hoy se consume, como un producto más, lo que antes era un símbolo de lucha.
 
Jan e Jule
No hay que confundir lo que acabamos de decir como si Los Educadores fuera una película de “izquierda” o de “derecha”. Al contrario, la propuesta es mucho más amplia y profunda que una ideología tan simplista: es una película profunda para reflexionar y de descubrir el real sentido de lo que significa la dignidad humana.

Los años de abundancia han pasado, el original en alemán, es el título-lema de la película que está centrada, en un primer momento en tres personajes jóvenes: Jan (Daniel Brühl), su amigo Peter (Stipe Erceg) y la enamorada de este último, Jule (Julia Jentsch). En la mitad de la historia, esta se amplía para incluir en el círculo a un hombre maduro, Hardenberg (Burghart Klaussner). Los cuatro personajes, sin querer caer en los estereotipos y resumirlos de una manera superficial, representan cuatro pilares de la sociedad: Jan, el idealismo puro; Peter, una lucha entre el idealismo y el oportunismo; Jule, la víctima que se ve obligada a pagar un precio altísimo por un segundo de descuido; y, finalmente, Hardenberg: el conformismo y el statu quo.
Peter, Jule, Jan
Empecemos por Jule quien, a pesar de no ser la “protagonista” inicial, se transforma en uno de los centros del conflicto del “momento histórico” que retrata la película, pues es a partir de ella que el destino de los protagonistas tomará un giro inesperado.
Jule, la enamorada de Peter, tiene una deuda de 97.000 euros. Trabaja como camarera en un restaurante y acaba de ser notificada de que debe abandonar el departamento donde vive, pues tiene problemas para pagar el alquiler. Las primeras preguntas que nos hacemos son: ¿cómo una muchacha tan joven puede tener una deuda tan grande? ¿Cómo puede vivir decentemente si carga un peso tan grande y no tiene condiciones de pagar esa cantidad de dinero? ¿Tiene que cumplir con su responsabilidad y pagar lo que debe?

Las respuestas pueden parecen lógicas dependiendo de “la verdad” con las que las veamos; sin embargo, estas mismas respuestas muestran un problema social y humano mucho más profundo que el económico: ¿Jule tiene que vivir con ese peso, aunque tenga que destruirse para cumplir con su “obligación económica”?

Antes de continuar con Jule, volvamos al principio.

Jan y Peter son dos jóvenes que no están satisfechos con el statu quo de la sociedad. Ellos no están cuestionando solo la “desigualdad económica y social” de la sociedad occidental, sino las consecuencias éticas y morales de esta. Por tanto, ambos amigos protestan pacíficamente contra la opulencia de la sociedad y, al mismo tiempo, contra la apatía general de las personas que permite que esa desigualdad crezca, a pesar de que se vive en una “democracia”, con “libertad” y “respetando” el derecho de todos.
Peter e Hardenberg
La manera de los jóvenes de protestar es invadiendo casas de lujo cuando sus dueños están ausentes; sin embargo, en lugar de robar, como lo harían los delincuentes comunes, ellos desordenan las casas. Colocan los muebles y todo lo que pueden en los lugares más absurdos y, al final, dejan un recado: “los años de abundancia han pasado”. El objetivo de Jan y Peter es “asustar” a los ricos; que tengan miedo; que no se sientan seguros a pesar de la seguridad extrema en la que viven, para que se pongan a pensar en las consecuencias sociales y morales que hay en la sociedad gracias al “lujo” innecesario con el que ellos viven.

Hemos dicho al principio que Jan representa  el idealismo puro y Peter, una lucha entre el idealismo y el oportunismo. La escena que muestra esta forma de ser de los protagonistas es cuando Jan descubre que, en una de las invasiones, su amigo ha robado un reloj de lujo. A él no le gusta la actitud de Peter y le recrimina por ese comportamiento; sin embargo, este, de una manera simplona, intentando convencer a su amigo con labia y palabras de buenas intenciones, defiende su hecho y afirma que está dispuesto a darle la mitad de lo que consiga por el reloj. Pero Jan no se impresiona con las palabras de su amigo y mientras dirige la furgoneta por la calles de la ciudad, le quita el reloj y lo tira por la ventana.
Los días de abundancia han acabado
Como podemos ver, Jan es el idealista. Para él, es importante lo que hacen y no se permite que se “corrompa” su modo de pensar y de actuar de ninguna forma. Intenta de todas las maneras posibles ser coherente con lo que defiende; mientras tanto, Peter, que comparte los mismos ideales, no se deja llevar simplemente por estos. Hay algo en su manera de ver las cosas que le permite caer en la “tentación”. Tal vez, sin querer decir lo que pretende mostrarnos Hans Weingartner, con esta escena vemos que el idealismo tiene sus puntos débiles. De alguna manera, es el preámbulo de que sucederá más adelante.

La justicia es justa, ¿pero es moral?

Cuando Peter viaja a España de vacaciones, Jan, a pedido de su amigo, le ayuda a Jule a pintar el departamento donde ella vive que, por decisión de la justicia, tiene que devolverlo, pues se atrasa constantemente en los pagos. La relación entre ambos nunca pasó de un simple saludo y, gracias al trabajo, empiezan a conocerse y Jan se entera de cuál es el problema de Jule. Ella, hace un tiempo, se chocó contra un auto Mercedes Benz y lo destruyó por completo. Como la culpa fue de ella – y ella lo reconoce – está obligada a pagar por el auto destruido y, hasta la fecha, debe 97.000 euros.
Los educadores
La justicia se ha cumplido, ¿pero a qué precio? A Jan le parece absurdo que Jule tenga que trabajar y vivir en esa situación tensa y angustiante para pagar los daños del auto – de un hombre rico - que, para el dueño, probablemente no significa nada. La escena entre Jule y Jan es clave para entender los ideales que representa Jan y, al mismo tiempo, el comportamiento pasivo de Jule que no tiene condiciones de vivir decentemente y se ve sometida a perder su dignidad como ser humano para pagar una deuda que, legalmente, tiene que pagarla; mas, ¿moralmente es correcto que la pague a ese costo?

¿Cómo puede sobrevivir Jule con una deuda tan grande si no tiene las condiciones mínimas necesarias para vivir con dignidad?

En la sociedad de consumo y de ostentación, ¿cuántas miles de Jule existen? ¿Cuántas personas se ven sometidas a la brutalidad de un capitalismo salvaje que ignora al ser humano?
Manifestación contra el consumismo y sus consecuencias
A partir de esta reflexión, Jan le cuenta Jule lo que él y Peter hacen en las mansiones de los millonarios. Jule se emociona y, en un impulso, hace que Jan invada una mansión que él ha estado observando desde hace algún tiempo, pues por coincidencia es la propiedad de Hardenberg, el hombre al que ella le debe un Mercedes Benz. Sin embargo, unos días más tarde, cuando Peter ha regresado de sus vacaciones, sin que este sepa nada de lo que ha hecho su amigo y su novia, Jule y Jan se ven obligados a regresar a la mansión para buscar el celular de ella que lo había perdido mientras dejaban la casa patas para arriba.

Enseguida la película toma un giro inesperado y los jóvenes idealistas descubren el otro lado del idealismo.

Hardenberg llega a su casa cuando Jan y Jule se preparan para salir y reconoce a Jule;  Jan le golpea a Hardenberg y, enseguida, los jóvenes, desesperados, le piden ayuda a Peter. En medio de la crisis, deciden secuestrar al millonario y llevarlo a las montañas, a la cabaña de un tío de Jule, mientras piensan qué harán.
Jan y Jule
A partir de este momento la película pierde en acción, pero gana en profundidad. Con diálogos precisos y personajes bien construidos, Los Educadores hace una reflexión sobre el idealismo, el cambio de la sociedad, las luchas individuales, la prosperidad, la riqueza y el cambio individual.

Durante los días que transcurren en las montañas, los tres jóvenes conviven con Hardenberg y descubren que este, cuando era joven, era uno de los tantos inconformistas de los años setenta que intentaron cambiar el mundo; sin embargo, cuando tuvo que asumir responsabilidades, el inconformismo perdió fuerza y, en el momento menos pensado, ya formaba parte del sistema que tanto rechazaba antes. Esta transformación se dio sin que él se diera cuenta de lo que sucedía; cada paso que daba para tener una posición en la sociedad, significaba olvidarse de lo que antes aspiraba; sin embargo, cuando percibe en lo que se ha transformado, justifica sus acciones y, ese pasado idealista, no es más que un pasado.

¿Por qué se da esta transformación?

Es difícil encontrar la respuesta y durante los días que transcurren en la montaña, en diálogos profundos y constantes, los jóvenes le cuestionan a Hardenberg. Jule le dice: No tiene tiempo libre para navegar en su yate, ¿pero por qué siempre quiere algo más? Hardenberg se justifica: Vivimos en una democracia; no tengo por qué justificarme. En otro momento Hardenberg utiliza el discurso capitalista: Muchos tienen las mismas oportunidades, pero no se dan cuenta y continúa hablando de las horas a las que se dedica a trabajar. Entonces Jule le recuerda que, por ejemplo, en el sudeste asiático hay mucha gente que trabaja hasta trece horas por día y no gana ni treinta euros al mes.
Los educadores
Al mismo tiempo, la segunda parte de la película sirve para que los jóvenes tengan que resolver sus propios problemas de relación, principalmente cuando Peter percibe que se ha formado un triángulo amoroso.

Una de las escenas más importantes de la película es cuando Peter descubre que hay algo más que una simple amistad entre Jan y Jule. Al mismo tiempo, ellos no dejan de reflexionar sobre lo que están haciendo y el siguiente paso que deben dar. No pueden permanecer más tiempo en la montaña, aislados; deben tomar una decisión. La escena es una secuencia de escenas que se da  mientras escuchamos el Hallelujah. Una combinación perfecta de imágenes con el mensaje de los Educadores.
Los educadores

Otra escena clave es cuando los educadores le dejan un mensaje a Hardenberg, después de haberlo liberado, de que hay personas que nunca cambian.

Y este es uno de los mensajes de la película: ¿es posible que las personas cambien de verdad?

Los Educadores, que ganó diversos premios internacionales de cine como el Bavarian Filmes Awards y fue nominada en muchos otros, como el de Cannes, es una película obligatoria.

Texto original de Patricio Miguel Trujillo Ortega

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