O filme que assistimos...

Você encontrará neste espaço comentários e analises de filmes de todas as épocas. Uma excelente oportunidade para aprender além do cinema.

Patricio Miguel Trujillo Ortega


17 de março de 2018

But I'm a Cheerleader


BUT I’M A CHEERLEADER. Comedia. Romance. Lesbianismo. 1999. Estados Unidos. 94 minutos.

Con Natasha Lyonne, Clea DuVall, RuPaul Charles, Cathy Moriarty.

Dirección de Jamie Babbit.

Una historia absurda, divertidísima y casi real.-

But I’m a Cheerleader es una comedia de finales de los años noventa tan absurda, pero tan absurda, que es divertida, crítica, irónica, satírica y, por increíble que parezca, algunos de sus aspectos hoy en día parecen ser “absurdamente” reales. Es una comedia con un estilo narrativo totalmente previsible que sigue el típico esquema poco convincente de la gran mayoría de comedias románticas (introducción en la que se presente el problema del     protagonista; momento feliz en el que los personajes viven su mundo de fantasía; la inevitable la decepción triste, casi patética; y, finalmente, el final milagroso de felicidad plena).

Han pasado casi veinte años desde su estreno y, por esas revira vueltas de nuestra sociedad, esta película sencilla, sin grandes pretensiones – a no ser provocar la risa con situaciones tan desatinadas para retratar de manera burlesca una sociedad prejuicioso e intolerante – con artistas jóvenes (Natasha Lyonne y Clea DuVall) que con el pasar del tiempo se han destacado en algunas películas y series de televisión, gana actualidad por ese preocupante re-surgimiento, en algunos sectores de la sociedad, de grupos extremistas y homofóbicos que insisten en la “cura gay” y en el condenar a las personas por la sexualidad que éstas tienen.
But I'm a Cheerleader
But I’m a Cheerleader es una película a la que vale la pena rescatarla del olvido en el que se encuentra, a pesar de dos premios que obtuvo en el Creteil International Women’s Film Festivla. No es un filme al que los grandes críticos lo tomaron muy en serio, sin embargo tiene sus méritos por la manera de tratar un tema que afecta a un sector de la sociedad, aquél que sufre porque está rodeado de personas que consideran que la homosexualidad es una enfermedad que tiene que ser curada.
 
But I'm a Cheerleader: Megan
But I’m a Cheerleader es una comedia sarcástica que se burla de los estereotipos de los estadounidense bromeado con esos mismos estereotipos y, por medio de ellos, de la sociedad occidental que trata de imitarlos; pero no es una burla gratuita. Puede ser que Jamie Babbit solo haya querido divertirse con la película e ironizar la situación que retrata, sin embargo, ella coloca el dedo en la llaga porque hoy, a finales de la segunda década del siglo veintiún, aún hay mucha gente que se comporta de esa manera extremista, aunque no tan ridícula como en la película – aunque poco les falta – y a la que no le importa el sufrimiento de los demás.
But I'm a Cheerleader: Megan y Graham
La historia.-

Megan es una joven estudiante de diecisiete años. Es porrista y muy popular en el colegio. Tiene amigos, un enamorado y está preparándose con el equipo de las porristas para viajar a otra ciudad para participar en una competición. Un día, al llegar a su casa, descubre que Jared, su enamorado, Kimberly, su mejor amiga, y sus padres están juntos en la sala esperándola. Y con ellos, está Mike, el representante del campamento ‘True Directions’ que usa una camiseta en la que está escrito “Ser heterosexual es estupendo”.
But I'm a Cheerleader: La madre de Megan, Jared y Mike
Con mucho dolor y sufrimiento, los padres de Megan le avisan que ella tendrá que pasar los dos próximos meses en el True Directions, pues están seguros que ella es lesbiana y, por tanto, tiene que curarse de su enfermedad. Ella necesita con urgencia una reorientación sexual. Megan se queda sorprendida, no solo con la noticia de que tiene que irse al campamento, sino de que le digan que ella es lesbiana. Ella no acepta lo que le dicen y trata de defenderse, pero sus padres y amigos utilizan cuatro argumentos incuestionables sobre el “desvío sexual” que ella tiene: primero, ella es vegetariana; segundo, en su habitación tiene un póster de Melissa Etheridge (una cantante muy famosa en los años noventa que declaró públicamente ser lesbiana); tercero, abraza mucho  a sus amigas; y, cuarto, no le gustan los besos de su enamorado.
 
But I'm a Cheerleader: Megan solo tiene pósteres de mujeres
Mike, que se declara con convicción como exgay, le dice a Melissa que él ya pasó por la misma situación que pasa ella, y está seguro de que en el True Directions tendrá la oportunidad de curarse gracias a un infalible programa de “cura” de cinco pasos, bajo la dirección de Mary Brown, la administradora del campamento.
But I'm a Cheerleader: Megan y Graham
Aunque Megan se niega a ir, no tiene otra opción y acaba yendo al campamento. Al llegar allá, ella se siente desubicada, pero acata con cierta docilidad las orientaciones de Mary Brown y supera, con relativa facilidad, el primer paso del tratamiento: reconocer que es lesbiana. Sin embargo, ella no está consciente de lo que es y se empeña en seguir las normas de la institución para poder volver lo más rápido posible a su casa.
But I'm a Cheerleader: Megan tiene asco de los besos de Jared
Megan se relaciona con bastante facilidad con las personas y luego hace amistad con Graham, una muchacha que sí sabe que es lesbiana y que solo está ahí porque sus padres la amenazan con desheredarla si no se vuelve heterosexual, pero que en ningún momento ha pensado en cuestionarse su homosexualidad. Conforme los días avanzan y los problemas en la institución surgen con los otros participantes, ya que Megan se esfuerza en cumplir todas las metas que le han establecida, ella se interesa más por Graham, hasta que finalmente descubre que sus padres tenían razón: ella es lesbiana, pero en lugar de asustarse y de querer “curarse”, empieza a asumir su homosexualidad con convicción, con orgullo, con deseo y con pasión.
 
But I'm a Cheerleder: Megan y Graham coqueteando
La exageración y el ‘True Directons’.-

Mientras Megan pasa por este proceso, la historia no se detiene mucho en pequeñas historias de los otros personajes que podrían haber sido más exploradas; no obstante, a pesar de esta limitación narrativa, esas historias secundarias ayudan a completar el escenario del True Directions: un campamento mixto, en el que los hombres tiene que vestir siempre de azul y las mujeres, de rosado. Además, ninguno de los integrantes quiere ser “curado” y aquellos que terminan sometiéndose a los “cinco pasos”, lo hacen por una cuestión de sobrevivencia, principalmente con sus familias. Todos son homosexuales y fingen que están curándose, porque lo único que desean es poder volver a sus casas. La única persona que no percibe ese ‘pequeño detalle’, es Mary Brown, la fundadora del True Directions.
But I'm a Cheerleader: El primer paso: Megan reconoce con espato que es homosexal
El problema es que a veces, principalmente los muchachos, no consiguen controlarse y los pescan en las poses más ridículas y estereotipadas que uno se puede imaginar, como es el caso de Dolph y Clayton que están besándose escondidos debajo de un escritorio.
But I'm a Cheerleader: Mary les enseña a los jóvenes cómo ser heterosexual
Puede ser que parte del público se incomode con el comportamiento estereotipado de los muchachos que hablan de manera afectada, se mueven exageradamente y cuando están practicando algún deporte, por ejemplo, chillan con una voz aguda y salen corriendo como si alguien los estuviera matando. Aunque ese es un retrato estereotipado y grotesco de los homosexuales, gracias a él la crítica a la “cura gay” funciona a la perfección en la película mostrando, con sarcasmo, lo absurdo y ridículo que representa esa idea, ya que Mary Brown y Mike, que los vigilan constantemente, parecen no percibir lo que sucede.
But I'm a Cheerleader: Mary y Mike muestran los cinco pasos del programa de reorientación sexual
Otro elemento que funciona de igual manera, son los cinco pasos grotescos del programa de Mary Brown, que es una ironía a esos “programas” mágicos que curan a mucha gente. Por ejemplo, los muchachos tienen que practicar deportes y realizar tareas físicas, pero siempre comportándose como “machos” y no como “mariquitas’. Las chicas, en cambio, deben realizar todas las tareas de la casa. La función de ellas es la ser amas de casa impecable. Solo esa información ya demuestra la crítica tenaz a ese comportamiento que cataloga a los hombres y a las mujeres en funciones predeterminadas en la sociedad. Es una crítica a la manera de cómo se establecen los roles del género en nuestra sociedad.
But I'm a Cheerleader: gestos exagerados y estereotipos
En el programa de Mary Brown también hay otro elemento muy ridículo: las chicas comparten una misma habitación, y caso tengan la ‘tentación pecaminosa’ de querer estar con una mujer, ellas tienen una especie de ‘vibrador luminoso’ con el cual pueden dejar de pensar en una mujer, pero en verdad lo que ellas hacen es masturbarse. Para Mary Brown no es problema, siempre y cuando estén pensando en un “hombre”. Eso no se menciona directamente en la película, pero queda sobreentendido.
But I'm a Cheerleader: Mary y su hijo Rock
Hay dos otros casos que ayudan a mostrar el fanatismo y la ceguera de los prejuicios. El primero es la presencia de Jan, una muchacha fuerte, deportista, que no representa al padrón femenino impuesto por los grupos dominantes de la moda. A ella la han enviado a la institución porque piensan que es ‘marimacho’, pero la verdad es que ella siempre ha sido heterosexual, razón por la cual, al no soportar más lo que sucede en el True Directions, se larga de ahí. La crítica negativa que le hacemos aquí a este personaje es que si el guion hubiera trabajado un poco más la historia de Jan, hubiera logrado un efecto mucho más eficaz para mostrar ese comportamiento enfermizo que significa los prejuicios sociales, y la comedia habría ganado un toque más profundo que la simple sátira.
 
But I'm a Cheerleader: las chicas aprenden a ser "mujeres"
El segundo caso es la celda ‘solitaria’ a la que son enviados aquellos participantes que tienen algún comportamiento que no sea heterosexual. Es como si ellos estuvieran en una prisión. Después de pasar varios días en la solitaria, ellos salen ‘convictos’ de que ya no son homosexuales, cuando en verdad lo único que están haciendo es fingir, una vez más, pues a nadie, en su sano juicio, le gusta que lo castiguen.
But I'm a Cheerleader: Graham y Megan
Los personajes.-

Aunque los personajes son superficiales, lo poco que sabemos de ellos es suficiente para reforzar el tono crítico de But I’m a Cheerleader, lo que se refuerza con el visual de la película: colores alegres y vibrantes tanto en el escenario como en el vestuario.
But I'm a Cheerleader:ores alegres y vivrantes. El dormitorio de las chicas
Megan tiene diecisiete años y representa todos los estereotipos ‘perfectos’ de las jóvenes estadounidenses retratadas en las comedias del cine de este país: es joven, bonita, rubia y porrista. Es popular, cristiana, buena amiga, saca excelentes notas y, como es lógico, su enamorado es deportista y perfecto. Pero ella es ingenua y, paradojalmente, fuerte y determinada. Cuando sus padres y sus amigos le acusan de ser lesbiana, ella se defiende diciendo “¡Pero yo soy porrista!”. Es como que, por el simple hecho de ser porrista, ya es heterosexual; es decir, nadie puede refutar su sexualidad.  Esta característica de Megan constituye en una sátira a las porristas retratadas en las películas que aparecen como el ideal de lo que deben ser las adolescentes estadounidenses: perfectas.
But I'm a Cheerleader: Megan
Megan nunca cuestionó su sexualidad y cree, en su ingenuidad, que todas sus amigas son como ellas. Cuando su enamorado la besa, ella hace muecas de asco y, para soportar los besos, piensa en sus compañeras porristas: las ve saltando y haciendo piruetas en el aire, lo que le permite ver las piernas y los shorts cortos que usan sus amigas. Ella se decepciona al descubrir que sus amigas no son como ella, y se esfuerza con honestidad en seguir los pasos del True Directions para aprender a ser heterosexual, hasta que finalmente se da cuenta de que es lesbiana y se siente bien con eso, a tal punto que es capaz de no tener miedo de las amenazas de sus padres conservadores y homofóbicos para estar con la mujer que ama.
But I'm a Cheerleader: A Rock le cuesta mantener las apariencias
Mary Brown, la fundadora del campamento, es homofóbica. Pero el verdadero problema de ella es que su hijo, Rock, es homosexual. Se percibe desde el primer momento que ella lucha para que su hijo se comporte como un “macho” y, todo lo que hace en el campamento no es más que una transferencia de las frustraciones que tiene con su hijo. Al mismo tiempo, él no  se esfuerza mucho para “corregirse”. Su ‘instinto’ siempre le traiciona y su madre tiene que llamarle la atención todo el tiempo para que se comporte como un “heterosexual”, pues siempre que puede está coqueteando con Mike, quien, a pesar de la imagen que vende de ser un ‘exgay’, continúa siendo tan homosexual como dice haber sido en el pasado; razón por la que tiene que vigilarse mucho para no delatar su verdadera personalidad.
But I'm a Cheerleader: las muchachas aprenden a ser mujeres
Escenas especiales.-

La primera escena que queremos destacar es cuando Megan y su enamorado se besan. Gracias a las muecas de asco que ella hace y a las imágenes de las otras porritas saltando, el espectador ya sabe, antes que la propia Megan, que ella es lesbiana. Esta escena es clave porque, queriendo o no, lo que se espera desde el principio es que ella asuma su sexualidad.

Otra escena importante es cuando Megan conoce a Larry Morga-Gordon y a su pareja Lloyd Morga-Gordon. Ellos se autodenominan “ex-exgay”, pues ambos ya pasaron por el True Directions y piensan que el programa de Mary es una aberración. Siempre que pueden, y a escondidas de Mary, ellos llevan a los jóvenes del campamento a un bar gay donde los muchachos pueden ser lo que ellos son: homosexuales. Además, cuando Mary expulsa a alguno de los muchachos, ellos lo reciben en la casa y lo ayudan hasta que puedan reintegrarse a la sociedad, que es lo que sucede con Megan. La secuencia en la que ellos aparecen, es importante no solo porque representan el lado opuesto de lo que significa el True Direction, sino porque cuando Megan sale con sus amigos, tiene la oportunidad de relacionarse mejor con Graham e iniciar su romance con ella.
But I'm a Cheerleader: Graham y Megan
La tercera escena que vale la pena mencionar es cuando Megan, con ayuda de Dolph, que está hospedado en la casa de Larry y Lloyd, decide no desistir de su Graham y hace todo lo que puede para re-seducirla primero, y recuperarla enseguida. Lo interesante es que “hace todo lo que puede” significa que utiliza sus encantos y habilidades como porrista. La escena es cómica, vergonzosa y muy significativa: ella al principio rechaza la idea de que es lesbiana porque es una porrista; al final, reconoce que es lesbiana y usas sus dones de porrista para contarle al mundo su amor por Graham.
But I'm a Cheerleader: Megan, lista para seducir a Graham
Para finalizar el comentario, hemos escogido una de las escenas más grotescas e irónicas de la película. Los muchachos que han sobrevivido a los cinco pasos de Mary, tienen que graduarse como heterosexuales, representando, frente a sus padres, el papel más importante que cada uno de ellos debe tener en la vida: la relación sexual entre hombres y mujeres. Cada uno de ellos debe asumir con seriedad la responsabilidad de ser heterosexual. Tienen que demostrar que están curados. Los muchachos deben comportarse como se espera que se comporte un hombre: machista, dominante, seguro de sí mismo; la mujer, pasiva, subordinada y sexy, disponible para el hombre. Esta escena es definitivamente una de las mejores porque es el momento en que la película llega a su clímax en la sátira a lo que representa, no solo lo ridículo de la “cura gay”, sino también el hecho de establecer padrones de comportamiento sociales que son reproducidos constantemente de las más diversas formas y de los cuales, mucha gente no consigue escapar. Los muchachos tienen que usar unas ropas especiales y entrenar cómo tener relaciones heterosexuales.
But I'm a Cheerleader: aprendiendo a tener relaciones heterosexuales
But I'm a Cheerleader: aprendiendo a ser hombres y mujeres


Leyendo algunas informaciones, de las escasas que hay en Internet sobre But I’m a Cheerleader, parece que la idea original de la directora Jamie Babbit era la de hacer una comedia sin muchas pretensiones, y eso se percibe por la superficialidad con la que se trabaja el tema y los personajes; no obstante, hay que reconocer que ella consiguió mucho más de lo que se propuso originalmente. Además, con el pasar de los años, como dijimos al principio, la película gana fuerza y actualidad. La única recomendación para el espectador que aún no la ha visto, es que perciba que estamos frente a un filme en el que los estereotipos son el mejor medio para cuestionar los estereotipos que nos venden todos los días en la sociedad y que la mayor parte de la gente los acepta sin pensar dos veces.
But I'm a Cheerleader: comportamientos estereotipados
Finalmente queremos hacer una crítica negativa a la traducción del título original al portugués. Hemos visto que en Brasil a la película se la conoce con el nombre de Nunca fui santa. Ya hemos visto en otras oportunidades las traducciones más ridículas y grotescas de títulos de películas, pero en este caso lo grotesco trasciende cualquier límite que hay en la traducción e interpretación de un título. No sabemos quién fue el responsable por esa traducción tan estúpida, irresponsable y sin sentido. Al colocar el título “Nunca fui santa”, destruyen por completo el sentido del filme. Si la protagonista, que se considera buena persona, buena estudiante, buena hija, buena cristiana, dice que ‘nunca fue santa’ está queriendo decir que fue “maldita, impía, condenada, profana, et.”, pues esos son algunos de los antónimos de “santa”. En otras palabras, es como decir que Megan no fue santa porque desde el principio era lesbiana. De esta manera, se desvirtúa totalmente la película y solo ayuda a crear más prejuicios e ideas ridículas. Es como si el “nunca fui santa” justificara “la cura gay”. Los responsables por traducir los títulos, además de tener sentido común, deberían conocer algo más de idiomas y entender la película que van a traducirla. Las distribuidoras no pueden darle esa tarea tan importante al primero que se ponga delante de ellos, por más títulos que tenga de traductor.

Texto original de Patricio M. Trujillo O.

Está prohibida la reproducción total o parcial el texto sin la autorización escrita del autor.

Nenhum comentário:

Postar um comentário