Con: Lucía Bosé, Jeanne Moreau, Gérard Depardieu.
Dirección: Marguerite Duras.
Nathalie Granger no es una película fácil de ver.
Marguerite Duras, escritora y cineasta francesa, nos
ofrece una película existencialista en la que las emociones están controladas
al máximo y en la que el espectador se ve sofocado por el silencio, el vacío y
la pasividad de dos mujeres que deambulan por una casa, como dos fantasmas, una
tarde de un día cualquiera.
Para ver Nathalie Granger hay que tener mucha
paciencia y cuidado para no dejarse engañar por una historia que nunca llega a
suceder.
Si empezamos hablando de una forma tan “negativa” de Nathalie
Granger, ¿por qué vale la pena verla? ¿Por qué comentarla? Pues, porque
aunque nunca tuvo el éxito como otras de Duras, es el reflejo de un estilo
narrativo y aporta elementos interesantes en la manera de ver al ser humano, la
rutina de la vida y el paso del tiempo.
Una historia que no es historia.
Empezamos diciendo que Nathalie Granger le
engaña al público haciéndole creer que va a ver una historia que, en verdad,
nunca sucede. Para logarlo, Duras inicia su película con dos elementos que,
aparentemente, parecen estar unidos y que luego, se disipan; más adelante, cuando
el espectador percibe, el tiempo ha transcurrido, la película ha terminado y no
ha habido ninguna historia. Es que el concepto de “historia” en Nathalie
Granger no es el tradicional de esta palabra, pues simplemente esta
“historia” no tiene una “historia”.
La profesora de Isabel Granger |
En los primeros minutos se escuchan las noticias
transmitidas por radio de dos asesinos que están fugitivos. Mientras oímos la
noticia, en la pantalla aparecen imágenes de juguetes tirados en el suelo. La
escena nos da la falsa sensación de que la imagen está relacionada con la
información radiofónica; sin embargo, luego vemos a la familia de Isabel
Granger: ella, su esposo y sus dos hijas que están sentados, terminando el
almuerzo. Ahí descubrimos que Isabel está preocupada por su hija Nathalie, pues
la profesora de ella le ha informado que la pequeña tiene un comportamiento
violento.
Nathalie Granger |
Con esta información, el espectador automáticamente
une los dos elementos y asocia la violencia de Nathalie con la de los
delincuentes que se escucha en la radio; sin embargo, esa falsa impresión
enseguida desaparece y el espectador se queda perdido, sin entender lo que
sucede, pues el esposo de Isabel se levanta y sale de casa; las dos niñas piden
permiso y se levantan de la mesa y la única que permanece en casa es Isabel, en
silencio, sintiendo el paso del tiempo. Y el espectador, esperando la historia
de la violencia que nunca llega.
Nathalie Granger: un mundo a través de la ventana |
Isabel Granger versus Nathalie Granger.
Isabel Granger está preocupada con el comportamiento
violento de su hija Nathalie en la escuela; sin embargo la “historia” de Nathalie
Granger va por otro camino: el tiempo empieza a pasar y el espectador
“siente” lentamente cómo este avanza mientras el silencio se apodera de la casa
de Isabel; entonces, lo que pasamos a ver es una serie de rituales de Isabel y
una amiga suya que aparece “de la nada” en la casa. Ambas amigas permanecen
todo el tiempo juntas, la mayor parte del tiempo en silencio, cada una
“atrapada” en sus propios pensamientos, de tal forma que llega un momento dado
en que nos confundimos y no sabemos quién es Isabel. Vale mencionar el hecho de
que la amiga usa una “capa” negra con la cual nos transmite una personalidad
fuerte, ganando muchas veces el centro de la atención. Estas dos amigas caminan
por la casa y por el patio como si fueran dos seres fantasmagóricos que vagan
sin sentido, como si fueran de otra realidad, de otro mundo. Es como si una
“bruma” silenciosa, aburrida y pesada las cubriera con un manto, pues las
emociones están controladas.
Es imposible saber lo que ellas piensan, lo que ellas
sienten y más aún cuando prácticamente no hay diálogos entre ellas. A veces hay
frases pequeñas en las que Isabel manifiesta su preocupación por su hija, otras
veces hay la interferencia de ruidos externos, de una llamada telefónica pero,
en definitiva, no conseguimos saber lo que ellas quieren, lo que ellas sienten,
aunque es obvio que ambas se comprenden. No se sabe si están “acomodadas” a una
vida cotidiana, aburrida, en la que el tiempo se ha apoderado de sus vidas.
Nathalie y su amiga |
Esta falta de “psicología” de los personajes de Nathalie
Granger tiene una razón de ser: Marguerite Duras es una escritora del
movimiento de la “nueva novela” (nouveau
roman) que surgió en Francia en los años cincuenta. Los escritores de este
movimiento intentan separarse de las formas narrativas tradicionales y para eso
utilizan algunos recursos como la pérdida de la importancia del narrador, que
muchas veces llega a desaparecer; además, no les interesa que haya una
interpretación psicológica de los personajes. Estas características de la
“nueva novela” son transferidas al cine por algunos autores, como es el caso de
Duras, que incursionó en el séptimo arte. Y una de los recursos que se utilizan
para cumplir su objetivo es el uso y, muchas veces, abuso de los detalles, con
lo cual el narrador intenta mantenerse objetivo, distante de la historia.
Una muestra de este “exceso” de detalles es la escena
en la que Isabel y su amiga quitan y limpian la mesa después del almuerzo. La
escena dura, prácticamente, el tiempo exacto de lo que en la realidad dura ese
acto. Es decir que el tiempo cinematográfico es el mismo de la vida real. Además,
hay que mencionar que ambas realizan su tarea en el más absoluto silencio lo
que hace que el espectador sienta el paso del tiempo o, mejor dicho, la lentitud
de este. Por más interesante que el recurso sea, la escena llega a ser
aburrida, y le confunde cada vez más al espectador que continúa sin saber lo
que ellas son y lo que desean. Pero a Duras no le interesa eso.
Y la “historia” del comportamiento violento de Nathalie
en la escuela continúa esperando para
ser contada.
La angustia de la vida cotidiana y la ventana.
La casa de Isabel parece ser el refugio de ella y de
su amiga. Pero, ¿de qué se están protegiendo? Es una pregunta sin respuesta;
solo sabemos que ambas pasean por la casa, realizan diversas actividades
cotidianas y del mundo externo les llegan los ruidos, hasta que en un
determinado momento el mundo de ellas es “invadido” por un personaje extraño y
surge, entonces, el enfrentamiento de la angustia de la vida cotidiana con el
silencio y la falta de expresividad frente a la vida. Volvemos a hablar de esos
seres fantasmagóricos que no reaccionan frente a nada.
En un momento determinado, cuando Isabel y su amiga
están sentadas en la sala, llega a la casa un vendedor de lavadoras,
interpretado por Gérard Depardieu. Él entra a la casa sin que le hayan abierto
la puerta; es decir, él invade, literalmente, el mundo de ambas mujeres. Él
entra, se sienta en la sala y empieza a hablar.
El vendedor es un hombre inseguro, que está
desesperado por vender la más nueva y magnífica lavadora del mercado. Está
agitado y su discurso es la de un hombre “desesperado”. Las palabras le salen
atropellándose entre ellas mismas. Sin embargo, lo que más le “angustia” al
individuo, es el silencio y la actitud pasiva e indiferente de Isabel y su
amiga. Ambas están sentadas, inmóviles, sin mostrar ninguna reacción frente a
todo lo que dice el vendedor. Son como dos estatuas de piedra que le provocan más
angustia al vendedor. Este se esfuerza al máximo para mostrarles las ventajas
de adquirir la nueva lavadora. Al principio parece que el silencio de las
mujeres le motiva a continuar hablando, con la esperanza de conseguir por lo
menos una venta; no obstante, el tiempo transcurre, las palabras se le
confunden y ambas mujeres permanecen impávidas, con los ojos ausentes. Después
de varios minutos de ese monólogo desesperado, el vendedor se levanta y va a
ver cuál es la lavadora que hay en esa casa y percibe, entonces, que ellas ya
tienen justamente el modelo que él intenta vender. El vendedor no sabe cómo
reaccionar. No sabe si le han tomado el pelo; sin embargo, lo más angustiante
es cómo las mujeres permanecen con la misma actitud fría y distante cuando él
se siente confundido al descubrir que ellas ya conocen su producto.
Enseguida el vendedor se va y ambas mujeres le siguen
con los ojos por la ventana. Lo ven cruzar la calle, llamar a la puerta de otra
casa y después de algunos instantes, como no lo atienden, irse. La cámara se
mantiene distante, de igual forma que las mujeres que parecen contemplar el
mundo desde el interior de la casa, como si estuvieran aisladas de la realidad.
Esta característica de la cámara distante es permanente en muchas escenas de la
película, y crea justamente esa sensación de abandono y de aislamiento. A esto,
debemos añadir otra característica de la película que ayudan a confirmar esa
idea de una película existencialista, de la soledad: los planos vacíos. La
cámara está lejos, los personajes se mueven lentamente y cuando abandonan la
escena, la cámara permanece quieta, mostrando el espacio vacío, sin vida, sin
sentido, como si nada hubiera cambiado con la ausencia de los personajes. Por
otro lado, la cámara no intenta acompañar el andar de los personajes. La presencia
o ausencia de estos parece que nos da igual.
Aunque el espectador no esté de acuerdo con la
propuesta de Marguerite Duras, vale la pena ver Nathalie Granger. No es
una experiencia encantadora, pero no hay que negar que ella deja en el aire esa
sensación de abandono que hoy, a pesar de que tenemos tanta información y tanto
movimiento gracias a los actuales recursos tecnológicos, parece que le
“envuelve” al ser humano con más intensidad.
Texto original de Patricio Miguel Trujillo Ortega.
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